domingo, 3 de agosto de 2014

CÁSATE CONMIGO - Dan Rhodes

En la cena de ensayo de nuestra boda me levanté y pedí silencio en el salón haciendo tintinear mi copa. Les conté a los invitados que nada más conocer a Arnemetia supe que quería pasar el resto de mi vida con ella. Todos suspiraron al unísono y mi futura esposa se enjugó una lágrima de felicidad. Continué explicando que mi amor era tan fuerte que enseguida quise saberlo todo sobre ella. En ese punto empecé a proyectar algunos de mis hallazgos en una gran pantalla. Había un gráfico lineal donde se representaba la longitud de su pelo en el curso del tiempo; una serie de diagramas que mostraba los colores predilectos de su armario mes a mes, y un elaborado gráfico de conjuntos que documentaba la complejidad de sus cambios de humor. Ella no tenía ni idea de que yo había estado recabando esos datos, pero lamentablemente la sorpresa no le hizo mucha gracia.

- No sé si todo esto me parece romántico o repulsivo -dijo.

Les pidió a nuestros amigos y familiares que la ayudaran a decidir, y todos levantaron la mano para dar sus opiniones. Por desgracia, el ochenta y cuatro por ciento pensó que era repulsivo, mientras que sólo a un decepcionante dieciséis por ciento le pareció romántico. Un nuevo sondeo reveló que una mayoría comparable entendería perfectamente que la boda no siguiera adelante.

SINOPSIS

Son éstas unas historias sobre el matrimonio. Pero en ellas el amor no fluye apaciblemente sino que lo hace a trompicones bajo la mirada sarcástica de Dan Rhodes, que dibuja una imagen irreverente del compromiso y del divorcio. Son relatos que, al tiempo que suscitan sonrisas y a veces carcajadas, interpelan al lector provocando la identificación de realidades que se esconden tras la decepción del amor. Historias ácidas en las que la risa se ve a menudo acompañada de un sentimiento incómodo de vergüenza y también de ternura.

LA PIEL DEL CIELO - Elena Poniatowska

Lorenzo recordaba el fervor de don Luis y sus amigos, y el ingenio y el entusiasmo puesto en ensamblar y soldar las partes que mereció el visto bueno de Dimitroff. Al mismo tiempo, histéricamente, se repetía que una máquina no iba a poder más que él. «A ver cómo le hago, pero tengo que ganarle la partida, no me importa el tiempo que gaste pero vaya encontrarle el modo.» Esta determinación lo ponía en un estado de nervios incontrolable. Imposible pensar en otra cosa. Era un duelo a muerte. «Primero me muero a que me venza una cámara.» Se lo decía con furia, regañándose, incapaz de salir del imperio férreo de la Schmidt, cabrona, mil veces cabrona.

Subía a la colina a paso redoblado, sin ver nada, salvo la Schmidt. Día tras día, exacerbado, una aspirina tras otra, una impotencia derrotando a otra, una cólera sorda que habría estallado en llanto de tanta exasperación, Lorenzo buscaba que la Schmidt respondiera. ¿Cómo era posible que él tuviera tantos proyectos, tantas ideas y que no contara con un buen instrumento? ¿Llamar a Shapley? ¿Irse de México? Lorenzo la habría pateado. «¡No tengo otra - se repetía- , tampoco tengo otro país!».

Una noche en que, después de abrir las compuertas de la cúpula, apuntó el telescopio al cielo, se dio cuenta de que el tubo se vencia. «Será una construcción artesanal, como la llamó Recillas, pero el vidrio óptico es una maravilla.» Esa noche no tomó una sola placa, su mente analítica calculó y volvió a calcular y finalmente, a las cinco de la mañana, Lorenzo bajó al pueblo a acostarse. Apenas abrió los ojos, lo avasalló la angustia de cómo manejar el aparato para obtener la profundidad de observación deseada. «Probablemente así trabajen los matemáticos en un teorema, desbrozando el camino hasta llegar a la esencia y al último paso, el definitivo, el de la solución», se dijo para darse valor.

Sin el menor cuidado por sí mismo, Lorenzo hizo cálculos, levantó tablas. Tres cajetillas diarias de Delicados le resultaban insuficientes, y ahora en la miscelánea le decía don Crispin: «Aquí le tengo sus cuatro paquetes, mi doc, para que trabaje mejor». Cada noche, su empeño lo llevaba más lejos. En una libreta forrada de linóleo negro apuntaba a qué inclinación había respondido el telescopio y seguía haciendo conjeturas. «Si el tubo se vence a veinte grados y lo reacomodo tomando en cuenta su flexibilidad, voy a obtener este resultado.» Al cabo de dos semanas casi no necesitó apuntar, todo lo tenía en la cabeza, las distintas variantes, los pasos a seguir, y sobre todo, las palabras de Recillas.
Llevaba ya noventa días de catorce horas de trabajo obteniendo cada noche sin Luna, milímetro a milímetro, nuevos resultados, cuando se dio cuenta de que podía dominar la Schmidt. «Ahora sí, telescopio-cacharro, vamos a demostrar que sí sirves», y al revelar sus placas tuvo la certeza de que había llegado tan lejos como en Oak Ridge y quizá más.

SINOPSIS

Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?» Esta frase abre camino a una historia fascinante: la de un hombre de enorme talento destinado a desentrañar los misterios de la astronomía. Lorenzo de Tena, inconformista y rebelde, deberá luchar contra las desigualdades sociales, las trampas burocráticas y las tentaciones políticas para ver realizada su vocación. Pero los mayores retos de su búsqueda no vendrán de la ciencia sino de la cara más oculta de las personas, la que esconde las pasiones y los sentimientos. Una novela que, como un telescopio, nos acerca a los desafíos más inalcanzables: las estrellas y el amor.

RECUÉRDAME QUE TE ODIE - Alex de la Iglesia

¿Qué quería de mí? La observé detenidamente. Falda con estampado geométrico no euclidiano, hiperbólica, formas yuxtapuestas en combinaciones cromáticas imposibles. Esa falda (oh, Señor) negaba el quinto postulado, sobre todo en el dobladillo, y la bata de guatiné azul cielo encapotado, de curvatura cero, generaba un cuerpo cilíndrico en cuyo interior no se adivinaban formas ni volúmenes. Esta bata estaba diseñada expresamente para eso, para ocultar deformidades. Bajo el algodón acolchado se escondían tentáculos agitándose en movimiento frenético, apéndices articulados que recogen ininterrumpidamente alimento del suelo (así nadie puede advertirlo) y un exoesqueleto quitinoso cuya función consiste -presumo- en proteger el organismo de la gravedad de la tierra, y que no explote por la presión.

SINOPSIS

Bruno Kosowski, un dibujante de cómics emocionalmente desequilibrado, ha desaparecido. Cuando su editor, el neurasténico e irritable Rubén Ondarra, entra en la casa, encuentra que el piso está inundado. Rubén decide entonces investigar su desaparición buscando claves en los objetos que Kosowski tiene en su mesa, entre ellos el misterioso grabado de Durero Melancolía 1. Comenzará entonces para Rubén una peligrosa carrera por el Madrid más demente para intentar hacer que encajen todas las piezas del rompecabezas. Sorprendente, trepidante y genial, Álex de la Iglesia nos conduce por una trama de intrigas no exenta de crítica e ironía a raudales. Recuérdame que te odie tiene la brillantez de las mejores novelas contemporáneas.