El pin del móvil y el puk del módem, la contraseña de iTunes,
el teléfono fijo de mamá, el prefijo de Asturias, la clave de acceso al
cajero automático, la matrícula del coche, el número del DNI, la
inflación interanual, el producto interior bruto, el diferencial de la
deuda, la talla de los pantalones y la ropa interior, las dimensiones de
la pena, los 31 días de enero y los 28 de febrero, tu cumpleaños,
nuestro aniversario y el del fallecimiento de papá, el tiempo de cocción
del huevo duro y la caducidad del yogur, las cucharadas diarias de
jarabe, la cantidad de sal, el valor de referencia de la urea, las
pulsaciones por minuto, la temperatura del microondas, las horas de
insomnio, la línea 5 del metro y el vía crucis de las 12 estaciones, los
dígitos de la hipoteca, el IVA, el IRPF, el Euríbor, el tanto por
ciento de descuento, los puntos de la tarjeta de Iberia, la hora de
entrada, la numerología china, los honorarios del dentista, los dedos de
la mano, los pelos de la cabeza (pocos), los pares de calcetines, la
cuenta del supermercado, el cuentakilómetros, el cuentarrevoluciones, el
contador del gas, de la luz, las páginas de Anna Karenina, los
volúmenes de la enciclopedia Espasa, el limitador de velocidad, los
metros cuadrados construidos y los hábiles, los cuartos de baño, los
puntos de luz, el salario bruto y el líquido, los años de cotización, el
tiempo de carencia, la tercera temporada de Mad Men, la cuarta de El ala Oeste de la Casa Blanca, la quinta de Los Soprano,
el control del peso, el podómetro, el metrónomo, los litros de agua
consumidos, los goles del domingo, el porcentaje de seguimiento de la
huelga según los sindicatos, según la policía, según el Gobierno, la
patronal o Dios, el décimo de Navidad (que acabe en 7), la indemnización
por año trabajado. Y la sala 10 del tanatorio, por ejemplo.
El País, 1 de octubre de 2010
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