INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA AL REVÉS
En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó
alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que
no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia
atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán, sin
excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube
de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de
tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior.
Vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se
descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del
ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y
lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había
trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba
abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en
cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al
comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los
Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del
cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de
verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer
grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto,
bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo
mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su
casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había
que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor,
una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil
tropezar y caerse. Hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube
hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que
las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se
vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito
de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla;
cuidado con esa mujer.
SINOPSIS
En este libro, sobre todo en la cuarta y última parte, Cortázar
describe a los actores sociales de su época. La clase alta, la burguesía
argentina de los años 50-60, es representada por los famas.
Existe en todo esto un juego con el sentido de las palabras, ya que
la última parte tiene como subtítulo (?). Los famas eran seres alados
que se encargaban de dispersar las malas noticias.
Los cronopios (de los cuales el escritor dejó claro que no tenían
nada que ver con el tiempo, para evitar confusiones con el prefijo
crono-), pueden ser entendidos como la clase media argentina de esa
época. Quieren imitar a los famas, pero son mediocres; quieren que sus
hijos sean de sangre de fama, pero los educan como cronopios. Eugenesia es un cuento que revela ese aspecto.
Mientras que los esperanzas representan las clases bajas de la
sociedad, a la espera. Cabe recordar que la esperanza es lo único que
queda dentro de la caja cuando escapan de ella los males en el mito de Pandora. Pero lo que es un mal es la espera, su apatía.
Mientras los famas bailan Tregua Tregua, los cronopios y los
esperanzas bailan ESPERA, que es el baile de ellos, y se enojan mucho
por las raras costumbres de los famas.
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