Hay una clase de abstracción de la que son capaces tan pocos hombres que parece reservada a las inteligencias puras, es aquella mediante la cual todo se reduciría a unidades numéricas. Hay que admitir que los resultados de tal geometría serían en verdad exactos y sus formulas muy generales, dado que no existen objetos, ya sea en la naturaleza, ya sea en lo posible, que esas unidades simples no pudieran representar, puntos, líneas, superficies, sólidos, pensamientos, ideas, sensaciones y… si por ventura era éste el fundamento de la doctrina de Pitágoras, podríamos decir que fracasó en su proyecto porque tal manera de filosofar está muy por encima de nosotros y se acerca demasiado al Ser supremo que, según la ingeniosa expresión de un geómetra inglés, geometriza perpetuamente en el universo.
SINOPSIS
«Si alguna vez un filósofo ciego y sordo de nacimiento concibe un hombre a semejanza de Descartes, me atrevo a asegurarle, señora, que ubicará el alma en la punta de los dedos; porque de allí provienen sus principales sensaciones y todos sus conocimientos». En esta frase, dirigida a su misteriosa corresponsal de la Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, queda admirablemente plasmada la tesis principal de la obra: que nuestras ideas morales están supeditadas a nuestros sentidos, heterodoxia que le valió una temporada en la cárcel de Vincennes. A finales de 1740, al tiempo que se dedica a la Enciclopedia, el escritor y filósofo Denis Diderot, vuelve sus ojos a las ciencias experimentales. La operación de una ciega de nacimiento le lleva a especular sobre la relación entre lo que se ve y lo que se es.
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