EL ASESINO INFINITO
Hay algo que jamás cambia: cuando un yonqui mutante puesto de S empieza a revolver la realidad, siempre es a mí a quien envían a la vorágine para arreglar el embrollo.
¿Por qué? Me dicen que soy estable. De fiar. De confianza. Después de cada interrogatorio tras la misión, los psicólogos de La Empresa (en cada ocasión completos desconocidos) agitan la cabeza asombrados de lo que indican los instrumentos, y me dicen que soy exactamente la misma persona que yo era cuando fui a la misión.
El número de mundos paralelos es innumerablemente infinito —infinito como los números reales, no simplemente como los enteros— lo que dificulta las cuantificaciones sin el uso de complejas definiciones matemáticas, pero en general, parece que soy extrañamente invariante: más similar de un mundo a otro que la mayoría de la gente. ¿Cómo de similar? Lo suficiente para ser útil. Lo suficiente para cumplir con el trabajo.
Nunca me han contado cómo sabe La Empresa todo esto, cómo me encontraron. Me reclutaron a los diecinueve años. Me sobornaron. Me entrenaron. Me lavaron el cerebro, supongo. En ocasiones me pregunto si mi estabilidad realmente depende de mí; quizá la verdadera constante es la forma en que me han preparado. Quizá un número infinito de personas diferentes, pasando por el mismo proceso, acabarían igual. Han acabado todas igual. No lo sé.
Los detectores esparcidos por el planeta han sentido los débiles comienzos de una vorágine, y han determinado su centro con una precisión de kilómetros, pero se trata de la posición más precisa que puedo esperar recibir por esos medios. Cada versión de La Empresa comparte libremente su tecnología con las otras, para garantizar una respuesta uniformemente óptima, pero incluso en el mejor de todos los mundos posibles, los detectores son demasiado grandes, y demasiado delicados, para dar una lectura más precisa.
SINOPSIS
Greg Egan nos brinda la que es, probablemente, la mejor antología de relatos de ciencia ficción publicada en los últimos 20 años. En este espectacular libro tenemos dieciocho relatos en los que el australiano explora con destreza y habilidad, temas como identidad personal, destino, manipulación genética, conspiraciones globales, o culpabilidad en una antología de referencia en la moderna ciencia ficción. Si alguien cree que la ciencia ficción está muerta es que no ha leído a Greg Egan, y, en particular, no ha leído esta antología. Las ideas son el motivo central de todos estos relatos. Dónde más brilla Egan es en los cuentos que tratan sobre el problema de la personalidad humana. Axiomático, Ver y Cercaníason otras tantas visiones de cómo nuestra biología y la estructura neurológica de nuestros cerebros dan forma a quiénes somos.
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