No era fácil, a veces tardaban un año, y hasta dos, para descifrar la
voluntad del Demiurgo y encontrar al nuevo elegido. Por eso a un enano
llamado Jepp, quien dirigió la Orden durante un tiempo, se le ocurrió
que si tuvieran una fórmula matemática que les permitiera saber con
anticipación quiénes, en determinado momento de sus vidas, iban a ser
convocados para sustituir a un Artífice Superior, se quitarían un peso
de encima. Con esa fórmula en su poder, no tendrían que malgastar tanto
tiempo y energía, podrían tener ubicados a los relevos con anticipación y
ahorrarse las carreras de último momento.
Pero ¿cómo conseguir semejante fórmula? Jepp tenía la esperanza de
que un matemático y astrónomo danés llamado Tycho Brahe lograra
descubrirla.
—¿Ese astrónomo también era enano? —quiso saber Chiquita y recibió un rotundo no por respuesta.
—A lo largo de su historia, la Orden de los Pequeños Artífices de la
Nueva Arcadia siempre ha tenido aliados y colaboradores entre las
personas de estatura común —le informó Lavinia—. Como el gran duque
Alejo y la reina Liliuokalani, por mencionar dos casos.
Acto seguido, Chiquita se enteró de que Tycho Brahe había sido uno de
los hombres más inteligentes del siglo XVI, pero que siempre tuvo un
grave problema: era muy irascible. Por ese defecto incluso perdió un
pedazo de su cuerpo. Una vez, cuando tenia veinte años y estudiaba en la
Universidad de Rostock, fue a una fiesta en casa de un profesor suyo y
allí se encontró con otro alumno. Los dos jóvenes empezaron a discutir
de matemáticas, se acaloraron y terminaron batiéndose en un duelo. Para
desgracia de Tycho, su rival era tan bueno con la espada como con los
números, y le arrancó la nariz de una estocada.
En un caso como ese, más de uno se hubiera hundido en la
desesperación, pero Tycho Brahe se tomó el asunto con calma. Se hizo una
nariz artificial con una aleación de oro y plata, a la que añadió un
poco de cobre para que fuera más resistente y para darle un color
parecido al de su piel. Tan bien le quedó, que había que fijarse mucho
para notar que era falsa. Eso sí, a partir de entonces, adondequiera que
iba llevaba una cajita con una pasta especial para pegarse la prótesis
cuando se le caía.
Al notar que Chiquita daba señales de impaciencia, Lavinia interrumpió un instante su relato para hacerle una aclaración:
—¿Crees que perdí el hilo y que estoy hablando de cosas que nada
tienen que ver con la Orden? Pues no es así. La nariz de Tycho Brahe es
importante en esta historia y a su debido tiempo sabrás por qué.
Después de concluir sus estudios universitarios, el astrónomo viajó
durante mucho tiempo por las cortes de Europa, asombrando a todo el
mundo con su habilidad para predecir los eclipses y calcular las órbitas
de los cometas. Hasta que un día Federico II, el rey de Dinamarca y de
Noruega, le pidió que volviera a su patria. Para tentarlo, le ofreció la
isla de Hven y una buena renta, y se comprometió a ayudarlo a construir
el observatorio de sus sueños. A Tycho le encantó la propuesta, se fue
para la isla y levantó allí un castillo al que puso por nombre La
Fortaleza del Cielo, donde vivió y estudió los astros durante veinte
años.
En esa época, Tycho empleó como bufón a Jepp (sin imaginar que era el
Maestro Mayor de una hermandad secreta) y el enano se convirtió en su
hombre de confianza. Fue entonces cuando Jepp lo convenció para que,
basándose en sus observaciones de los desplazamientos de los cuerpos
celestes, tratara de encontrar la fórmula que la Orden necesitaba. Tycho
asumió la tarea como una cuestión de honor y durante años y años se
devanó los sesos, tratando de complacer a su bufón.
Cuando Federico II murió, a Tycho Brahe no le quedó más remedio que abandonar La Fortaleza del Cielo y aceptar el puesto de Imperial Mathemalicus en
la corte de Bohemia. Allí siguió haciendo cálculos y más cálculos,
obsesivamente, hasta que por fin halló la fórmula (que era una cruz
formada por números de tres dígitos), se la entregó a Jepp y lo enseñó a
utilizarla.
Aquel descubrimiento, que el Maestro Mayor compartió enseguida con
sus cuatro Artífices Superiores, les facilitó muchísimo la vida, porque a
partir de ese momento pudieron localizar a los futuros miembros de la
cúpula con gran antelación (en cuanto estos llegaban al mundo),
interpretando más rápido la voluntad del Demiurgo.
SINOPSIS
Por detrás del afán de Chiquita en retratarse como una gran estrella siempre brillante se deslizan de a poco las sombras de la decadencia, los desengaños amorosos, la lenta relegación a las ferias de freaks, y el drama íntimo de una artista que no quiere resignarse a ser exhibida como un mero fenómeno de circo. Chiquita es la historia real de Alice Espiridiona Cenda, artista cubana que de adulta no llegó a medir más de 66cm.
Por detrás del afán de Chiquita en retratarse como una gran estrella siempre brillante se deslizan de a poco las sombras de la decadencia, los desengaños amorosos, la lenta relegación a las ferias de freaks, y el drama íntimo de una artista que no quiere resignarse a ser exhibida como un mero fenómeno de circo. Chiquita es la historia real de Alice Espiridiona Cenda, artista cubana que de adulta no llegó a medir más de 66cm.
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