- Dime, ¿entendiste bien todo esto?
-¿Qué?
- Ese asunto de los números imaginarios.
- Sí, no es tan difícil. Lo único que hay que tener presente es que la raíz cuadrada de menos uno es la unidad de cálculo.
- De eso precisamente se trata. Tal cosa no existe. Todo número, ya sea positivo, ya sea negativo, da como resultado, si se leva al cuadrado, algo positivo. Por eso no puede haber ningún número real que sea la raíz cuadrada de lago negativo.
- Completamente cierto. Pero, ¿por qué, de todos modos, no habría de intentarse aplicar también a un número negativo la operación de la raíz cuadrada? desde luego que el resultado no puede tener ningún valor real; por eso el resultado se llama imaginario. Es como cuando uno dice: aquí, antes, siempre se sentaba alguien; pongámosle hoy entonces también una silla. Y aun cuando la persona haya muerto, obramos como si todavía pudiera acudir a nosotros.
- Pero, ¿cómo puede hacerse tal cosa, cuando se sabe, con toda precisión matemática, que es imposible?
- A pesar de ello se hace precisamente como si fuera posible. Quizás pueda obtenerse algún resultado. ¿Y qué otra cosa ocurre, a fin de cuentas, con los números irracionales? Una división que nunca termina, una fracción cuya valor nunca puedes agotar, aun cuando te pases la vida haciendo la operación. Y, ¿qué piensas de las paralelas, que se cortan en el infinito? creo que no habría matemáticas si pretendiéramos saberlo todo a conciencia y exactamente.
- En eso tienes razón. Cuando uno considera las cosas así, todo parece bastante correcto; pero lo curioso está precisamente en que se puedan hace cálculos reales y se pueda por fin llegar a un resultado comprensible con semejantes valores imaginarios, que de alguna manera son imposible. [...]
- Considero muy posible que aquí los inventores de las matemáticas hayan dado un traspiés. Porque, en efecto, ¿por qué aquello que está más allá de nuestro entendimiento no podría permitirse gastarle semejante broma al entendimiento? Pero la cuestión no me preocupa mucho, pues sé que todas estas cosas no conducen a nada.
Sin duda la obra más popular de Musil, autor también de "El hombre sin atributos", describe el ambiente asfixiante y hermético de una escuela militar, en un momento histórico y social en que el ejército y el cuerpo marcial constituían no sólo el mayor motivo de orgullo sino también la máxima expresión patriótica. La formación y disciplinamiento de los jóvenes, y su adoctrinamiento moral. Este particular universo es captado en la retina de Törless, personaje inteligente y sensible.
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Muy buen libro.
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