El señor O'Neill es el maestro de cuarto curso de la escuela. Lo llamamos "Puntito" porque es muy pequeño. Nos da clase en la única aula donde hay tarima, porque así puede estar más alto que nosotros, amenazarnos con su palmeta de fresno y pelar su manzana a la vista de todos. El primer día del curso, en septiembre, escribe en la pizarra tres palabras que habrán de seguir allí el resto del curso: Euclides, geometría, idiota. Dice que si pilla a algún niño tocando esas palabras, ese niño pasará el resto de su vida con una mano sola. Dice que cualquiera que no entienda los teoremas de Euclides es idiota. "Bien, repetid: Cualquiera que no entienda los teoremas de Euclides es idiota". Naturalmente, todos sabemos lo que es idiota, pues los maestros nos dicen constantemente que los somos.
Brendan Quigley levanta la mano.
- Señor, ¿qué es un teorema y qué es un Euclides?
Esperamos que "Puntito" fustigue a Brendan como hacen todos los maestros cuando se les hace una pregunta, pero él mira a Brendan con una sonrisa.
- Y bien, he aquí un niño que no tiene una sola pregunta, sino dos. ¿Cómo te llamas, niño?
- Brendan Quigley, señor.
- Éste es un niño que llegará lejos. ¿Dónde llegará, niños?
- Lejos, señor.
- Desde luego que sí. El niño que quiere saber algo de la gracia, de la elegancia y de la belleza de Euclides no puede menos que subir en la vida. ¿Qué hará en la vida ese niño sin falta, niños?
- Subir, señor.
- Sin Euclides, niños, las matemáticas serían una cosa mezquina e insegura. Sin Euclides no seríamos capaces de ir de aquí a allí. Sin Euclides, la bicicleta no tendría ruedas. Sin Euclides, San José no podría haber sido carpintero, pues la carpintería es geometría y la geometría es carpintería. Sin Euclides, esta escuela misma no podría haber sido construida
SINOPSIS
Dolorosa y a la vez esplendorosa biografía, en donde su autor -ganador
del Pulitzer por este impactante libro- se remonta a Limerick, un pueblo
de Irlanda sumido en la pobreza. De allí, a la América durante la Gran
Depresión, y el choque entre las realidades y sus fallidas promesas. La
única esperanza de Ángela está en la educación de sus cinco hijos, Frank
McCourt entre ellos.
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