- Según están dispuestas las piezas y teniendo en cuenta que acaban de mover negras, lo primero es averiguar cuál de las piezas negras ha realizado ese último movimiento. [...] Para conseguirlo resulta más fácil descartar las piezas negras que no ha podido mover porque están bloqueadas, o por la posición que ocupan... Es evidente que ninguno de los tres peones negros A7, B7 o D7 ha movido, porque todos siguen aún en las posiciones que ocupaban al empezar el juego... El cuarto y último peón, A5, tampoco ha podido mover, bloqueado como está entre un peón blanco y su propio rey negro... También descartamos el alfil negro C8, todavía en su posición inicial de juego, porque el alfil se mueve en diagonal, y en sus dos posibles salidas diagonales hay peones de su mismo bando que aún no ha movido... en cuanto al caballo negro de B8, no movió tampoco, pues sólo habría podido llegar ahí desde A6, C6 o D7, y esas tres casillas ya están ocupadas por otras piezas... ¿Comprenden?
- Perfectamente -Julia seguía la explicación inclinada sobre el tablero-. Eso demuestra que seis de las diez piezas negras no han podido mover...
- Más de seis. La torre negra que está en C1 es evidente que tampoco, pues mueve en línea recta y sus tres casillas contiguas se encuentran ocupadas... Eso hace siete piezas negras cuyo movimiento en la última jugada hay que descartar por imposible. Pero también podemos descartar el caballo negro D1.
- ¿Por qué? -se interesó César-. Podría provenir de las casillas B2 o E3...
- No. en cualquiera de las dos, ese caballo habría estado dando jaque al rey blanco que tenemos en C4 [...] Y ningún caballo o pieza que tenga a un rey en jaque abandona el jaque voluntariamente; esa es una jugada imposible. En vez de retirarse, comería al rey enemigo, concluyendo la partida. Semejante situación no puede darse nunca, por lo que deducimos que el caballo D1 tampoco movió.
- Eso -Julia no levantaba los ojos del tablero- reduce las posibilidades a dos piezas, ¿no?
Julia, una joven y brillante restauradora de obras de arte, recibe el
encargo de estudiar y restaurar un cuadro, por parte de Menchu Roch,
una galerista. La obra es una tabla flamenca del siglo XV de Peter Van Huys, titulada La partida de ajedrez, propiedad de un anciano, Manuel Belmonte, que quiere venderlo en una subasta.
El cuadro posee ciertas peculiaridades que obligan a la protagonista,
Julia, a investigar la historia de la tabla junto con otros personajes,
como la propia Menchu, César Ortiz de Pozas, anticuario y amigo de
Julia, Álvaro Ortega, catedrático especializado en Historia y arte, y
Muñoz, un gran jugador de ajedrez.
A medida que se van conociendo más datos sobre la historia que narra
el cuadro, la trama se va complicando y ocurren sucesos inesperados.
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