Fragmento del capítulo 5 del libro autobiográfico "Recuerdos de la
infancia", de Sonia Kovalévskaya (extraído del libro Sonia Kovalévskaya
(1850-1891), María Molero, Adela Salvador, Ediciones del Orto, 2003)
[Capítulo 5: Mi tío Piotr Wassiliewitch]
[ ] Durante mis años de infancia sentía un cariño especial hacia dos de mis tíos, uno era el hermano mayor de mi padre Piotr Wassilievitch Korvin-Krukovski. Era un señor mayor muy interesante, de estatura elevada, con una cabeza grande completamente cubierta de rizos blancos y espesos. De perfil regular y severo, con cejas grises y muy pobladas, y una arruga profunda surcando la frente de lado a lado, su rostro hubiera tenido una expresión áspera, casi dura, de no estar iluminado por una mirada tan buena y candorosa que tan sólo se encuentra en los perros de terranova o en los niños. [ ]
Así, a través de él oí hablar sobre la cuadratura del círculo, asíntotas y muchas cosas semejantes cuyo sentido desde luego no comprendía, pero que influían en mi fantasía y me inspiraron una especie de pasión por las Matemáticas, para mí era una ciencia superior y enigmática que revela a quienes la dominan un mundo nuevo y maravilloso al que la mayoría de los mortales no tienen acceso.
Ya que estoy hablando de estos primeros encuentros míos con las Matemáticas, no puedo dejar de recordar una circunstancia muy curiosa que contribuyó a despertar en mí un gran interés por esta Ciencia.
Cuando nos fuimos a vivir al campo, hubo que arreglar toda la casa y empapelar las paredes de todas las habitaciones. A causa del gran número de cuartos, el papel pintado no alcanzó para el cuarto de los niños; pedir papel pintado a San Petersburgo hubiese costado muchas molestias y realmente no merecía la pena encargarlo para una sola habitación. Se esperó a otra ocasión, y durante muchos años la habitación estuvo empapelada con escritos antiguos. Por casualidad se habían empleado para este empapelado provisional las conferencias litografiadas de los cursos de Ostrogradski sobre Cálculo Diferencial y Cálculo Integral, que mi padre había comprado en su juventud. Estos pliegos abigarrados de antiguas e incomprensibles fórmulas reclamaron pronto mi atención. Me acuerdo cómo de niña me quedaba parada horas enteras delante de esta pared enigmática, intentando descifrar al menos frases sueltas y descubrir el orden consecutivo que debían seguir las hojas. Esta contemplación prolongada y cotidiana acabó por grabar en mi memoria la imagen externa de muchas fórmulas, incluso el texto, que en ese momento me resultaba incomprensible, dejó una huella profunda en mi mente.
Cuando, muchos años después, tomé la primera lección de Cálculo Diferencial en San Petersburgo con el conocido profesor de matemáticas Alexander Nikoláyevich Strannoliubsky, éste se asombró al ver lo rápido que comprendía todas sus explicaciones "como si yo las hubiera sabido de antemano", fue la expresión que utilizó. Y así era, en el mismo instante en que me explicaba estos conceptos, me acordé de pronto de las paredes de mi habitación; y me parecía que desde hacía mucho tiempo el sentido de los términos, que utilizaba el profesor, me resultaba familiar.
[Capítulo 5: Mi tío Piotr Wassiliewitch]
[ ] Durante mis años de infancia sentía un cariño especial hacia dos de mis tíos, uno era el hermano mayor de mi padre Piotr Wassilievitch Korvin-Krukovski. Era un señor mayor muy interesante, de estatura elevada, con una cabeza grande completamente cubierta de rizos blancos y espesos. De perfil regular y severo, con cejas grises y muy pobladas, y una arruga profunda surcando la frente de lado a lado, su rostro hubiera tenido una expresión áspera, casi dura, de no estar iluminado por una mirada tan buena y candorosa que tan sólo se encuentra en los perros de terranova o en los niños. [ ]
Así, a través de él oí hablar sobre la cuadratura del círculo, asíntotas y muchas cosas semejantes cuyo sentido desde luego no comprendía, pero que influían en mi fantasía y me inspiraron una especie de pasión por las Matemáticas, para mí era una ciencia superior y enigmática que revela a quienes la dominan un mundo nuevo y maravilloso al que la mayoría de los mortales no tienen acceso.
Ya que estoy hablando de estos primeros encuentros míos con las Matemáticas, no puedo dejar de recordar una circunstancia muy curiosa que contribuyó a despertar en mí un gran interés por esta Ciencia.
Cuando nos fuimos a vivir al campo, hubo que arreglar toda la casa y empapelar las paredes de todas las habitaciones. A causa del gran número de cuartos, el papel pintado no alcanzó para el cuarto de los niños; pedir papel pintado a San Petersburgo hubiese costado muchas molestias y realmente no merecía la pena encargarlo para una sola habitación. Se esperó a otra ocasión, y durante muchos años la habitación estuvo empapelada con escritos antiguos. Por casualidad se habían empleado para este empapelado provisional las conferencias litografiadas de los cursos de Ostrogradski sobre Cálculo Diferencial y Cálculo Integral, que mi padre había comprado en su juventud. Estos pliegos abigarrados de antiguas e incomprensibles fórmulas reclamaron pronto mi atención. Me acuerdo cómo de niña me quedaba parada horas enteras delante de esta pared enigmática, intentando descifrar al menos frases sueltas y descubrir el orden consecutivo que debían seguir las hojas. Esta contemplación prolongada y cotidiana acabó por grabar en mi memoria la imagen externa de muchas fórmulas, incluso el texto, que en ese momento me resultaba incomprensible, dejó una huella profunda en mi mente.
Cuando, muchos años después, tomé la primera lección de Cálculo Diferencial en San Petersburgo con el conocido profesor de matemáticas Alexander Nikoláyevich Strannoliubsky, éste se asombró al ver lo rápido que comprendía todas sus explicaciones "como si yo las hubiera sabido de antemano", fue la expresión que utilizó. Y así era, en el mismo instante en que me explicaba estos conceptos, me acordé de pronto de las paredes de mi habitación; y me parecía que desde hacía mucho tiempo el sentido de los términos, que utilizaba el profesor, me resultaba familiar.
SINOPSIS
Libro biográfico de la matemática rusa Sonia Kovalevskaya. Primera matemática rusa de importancia y primera mujer que consiguió una plaza de profesora universitaria en Europa (Suecia, 1881).
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