El cielo estaba encapotado, la tierra embarrada. Trepó por encima del seto y se encontró, jadeante, sudado y cubierto de agujas de pino, delante de dos muchachas. Al preguntarles qué hacía allí, explicó, nervioso, la técnica de la triangulación: conociendo un lado y dos ángulos de un triángulo, se podían determinar los otros lados y el ángulo desconocido. Así que escogía un triángulo en cualquier lugar de aquella tierra de Dios, se medía el lado de más fácil acceso, y se determinaban los ángulos para el tercer punto con ese aparato. Levantó el teodolito y lo giró, así asá, y fíjense ustedes, así, con dedos torpes, de un lado a otro, como si fuera la primera vez. Luego añádase una serie de tales triángulos uno junto a otro. [...]
Pero un paisaje, repuso la mayor de las dos, no era plano.
Él la miró fíjamente. Había faltado la pausa. Como si ella no precisase reflexionar. Desde luego que no, contestó él sonriendo.
Los ángulos de un triángulo, dijo ella, sumaban en un plano ciento ochenta grados, pero no sobre una esfera. Con eso quedaba todo dicho.
Él la observó como si la viera entonces por primera vez. Ella le devolvió la mirada enarcando las cejas. Sí, dijo él. Bien. Para compensarlo, había que encoger en cierto modo los triángulos después de la medición hasta un tamaño infinitamente pequeño. En principio una sencilla operación diferencial. Aunque de esa forma... Se sentó en el suelo y sacó su bloc. De esa forma, murmuró mientras pergeñaba sus anotaciones, todavía no lo ha realizado nadie. Cuando levantó la vista, se había quedado solo. [...]
Pidió por carta la mano de Johanna y fue rechazado. No tenía nada contra él, escribió ella, sólo que dudaba que la existencia a su lado fuese saludable. Sospechaba que él se extraía de la vida y la energía de las personas de su entorno, igual que la tierra del sol y el mar de los ríos, de que cerca de él estaría condenada a la palidez y a la semirrealidad de una existencia de espectro.
[Pasado el tiempo, lo volvió a intentar y, esta vez, fue aceptado. "Él", uno de los dos protagonistas de esta novela, se llama Gauss y fue uno de los astrónomos, físicos y matemáticos más importantes del siglo XIX.]
SINOPSIS
En los tiempos en los que Humboldt recorrió nuestro planeta, gran parte de la tierra quedaba todavía por explorar, lo cual, unido a su carácter intrépido y temerario, lo llevó a protagonizar las más descabelladas aventuras: navegar por el Orinoco, explorar selvas vírgenes, probar venenos, escalar volcanes o medirse con monstruos marinos y con caníbales no menos aterradores. Carl Friedrich Gauss, al que se conoció como el «príncipe de las matemáticas», no se queda corto en términos de excentricidad: brillante matemático, Gauss es también un apasionado de las mujeres, un auténtico galán que, eso sí, es capaz de abandonar el lecho conyugal en plena noche nupcial para anotar una fórmula matemática. En lugar de ensalzar a estos personajes históricos, el autor nos los muestra en todas sus facetas: con sus grandezas, pero también con sus errores, sus pequeñas manías y sus debilidades, y consigue de este modo una perspectiva humana inédita de estos dos grandes nombres de la historia.
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