A diferencia de la mayoría de los profesores en el departamento de
Estadística, a Caine le encantaba enseñar. Después de dar su primera
clase, descubrió que tenía un don especial para transmitir su pasión por
la estadística de una manera que intrigaba y entusiasmaba a los
estudiantes.
Si bien no sentía la misma emoción que cuando ganaba un bote de los
grandes, había algo en abrir a sus estudiantes las puertas del mundo de
las probabilidades que le apasionaba. Por una de esas ironías del
destino, el hecho de perder todo su dinero en partidas de póquer
clandestinas por toda la ciudad había hecho que acabara en una aula. No
tenía otra alternativa; necesitaba el dinero y como estudiante de cuarto
de estadística en la universidad de Columbia, dar clases de una parte
de la «Introducción a la teoría de las probabilidades» era el único
trabajo a su alcance.
Como se había quedado sin dinero ni crédito, no podía jugar al póquer
hasta recibir el primer sueldo. Pero cuando se lo pagaron, Caine se dio
cuenta de que ya no le apetecía jugar. Aquella noche, no soñó con cartas
sino con la clase del día siguiente.
Aquél fue el momento en que comenzó a cambiar todo. Por supuesto que a
la mañana siguiente se despertó con el ansia y el deseo que sólo puede
comprender el verdadero jugador, pero se obligó a tragarse aquellos
sentimientos y a canalizarlos hacia el
mundo académico. La enseñanza le había dado finalmente aquello que
decenas de reuniones en Jugadores Anónimos no le habían dado: control.
Los dos meses siguientes habían sido casi tranquilos, e iba tomando
conciencia de que podía dominar su adicción. Durante un tiempo, Caine
llegó a creer que las cosas iban finalmente de la manera que quería,
hasta el momento en que todo se vino abajo.
Aún podía recordar el instante preciso en que su vida comenzó a
derrumbarse. Había sido en el mismo lugar donde las cosas habían
comenzado a enderezarse: el aula. Había estado apoyado contra la
pizarra, con un trozo de tiza en una mano y un vaso de café en la otra.
Entonces comenzó con una improvisada lección de historia.
- Veamos, ¿alguien conoce de dónde viene la teoría de las probabilidades?
Silencio.
- Muy bien, os ofreceré vanas respuestas. La teoría de las probabilidades
surgió de una serie de cartas entre dos matemáticos franceses que
discutían de... (a) física, (b) filosofía o (c) dados.
Ninguna respuesta.
- Si alguien no levanta la mano en los próximos cinco segundos, esto
entrará en el examen. -Veinte manos se levantaron en el acto-. Eso está
mejor. Jerry, ¿tú qué dices?
- ¿Física?
- No. La respuesta correcta es (c), dados.
»El hombre al que debemos el cálculo de las probabilidades nació en 1623
y se llamaba Blaise Pascal. Como muchos niños privilegiados de la
época, Pascal fue educado en su casa por su padre y varios tutores. Sin
embargo, el padre de Pascal no quería que su hijo se esforzara en
exceso y por lo tanto decidió que Blaise debía concentrarse en los
idiomas y dejar a un lado las matemáticas.
»Como era un chico normal, el hecho de que no pudiera estudiar
matemáticas sólo sirvió para incentivar su curiosidad, así que decidió
estudiar geometría en su tiempo libre. -Alguno de los estudiantes habían
puesto los ojos en blanco, y Caine añadió-:
Escuchad, esto fue antes de los videojuegos; no había muchas cosas que
un chico pudiera hacer para divertirse.
Risas.
- En cuanto el padre se enteró del don natural de Blaise para los
números, le regaló Los Elementos de Euclides; recordad que tampoco había
televisión, así que la gente leía esas cosas llamadas «libros». -Esto
cosechó un par de carcajadas-. Después de ver cómo Blaise se tragaba
Euclides, el padre contrató a los mejores maestros de matemáticas, algo
que resultó ser una muy sabia decisión porque Blaise Pascal se convirtió
en uno de los matemáticos más importantes del siglo XVII. Entre otras
muchas cosas, una de sus invenciones ha tenido una gran repercusión en
las vidas de todos los que están presentes en esta sala. ¿Alguien sabe
qué era?
- ¿El ábaco? -Arriesgó una de las alumnas.
- creo que confundes a los franceses con los antiguos chinos le dijo
Caine. Aunque vas por el camino correcto. Inventó la primera máquina de
calcular, que más tarde evolucionó hasta ser la calculadora actual.
Durante el resto de su vida, estudió matemáticas y física, aunque unos
pocos años antes de su muerte renunció a su obsesión por los números y,
aunque resulte una ironía, lo hizo porque se demostró matemáticamente
que aprovecharía mejor su tiempo si lo dedicaba a la religión y la
filosofía.
- ¿Cómo lo hizo? -preguntó un estudiante barbudo sentado en la última fila.
Buena pregunta y la responderé en un instante. Bien, ¿por dónde iba?
Ah, sí... -Caine bebió un sorbo de café y continuó-: Antes de que Pascal
abandonara las matemáticas, un noble francés llamado Chevalier de Méré,
en 1654, le planteó varias preguntas. Intrigado por esas preguntas,
Pascal comenzó a cartearse con un viejo amigo de su padre, un antiguo
consejero del reino llamado Pierre de Fermat. Resultó ser que De Méré
era un jugador compulsivo y sus preguntas se referían a un juego de
dados muy popular donde el jugador tira cuatro dados. Si lo hacía sin
sacar un seis, cobraba la apuesta, pero si sacaba un seis, entonces
ganaba la casa. De Méré quería saber si las probabilidades estaban a
favor de la casa. Escuchad bien, si sólo tenéis que aprender una cosa de
esta clase, espero que sea esto.
Caine se volvió hacia la pizarra y escribió con grandes letras
mayúsculas: «LAS PROBABILIDADES SIEMPRE ESTÁN A FAVOR DE LA CASA. »
Se oyeron unas cuantas risas.
- Bien, ¿alguien puede decirme por qué es así? Jim.
El estudiante favorito de Caine se animó.
- Porque si las probabilidades no estuviesen a favor de la casa, entonces
la casa perdería más dinero del que gana, así que al final no habría
casa.
- Exactamente -asintió Caine-. En mi opinión, incluso antes de la
creación de la teoría de las probabilidades, el señor De Méré tendría
que haberlo sabido. Pero, por supuesto, si los nobles franceses hubiesen
sido listos probablemente no les habrían cortado la cabeza.
»La cuestión es que Pascal y Fermat demostraron matemáticamente,
sorpresa, sorpresa, que las probabilidades estaban efectivamente a favor
de la casa. Demostraron que si un jugador hacía 100 tiradas,
probablemente no sacaría un seis y ganaría 48 veces, pero sacaría un
seis y perdería 52 veces. Por lo tanto, las probabilidades del juego
estaban a favor de la casa, 52 a 48. Así nació la teoría de las
probabilidades, porque un noble francés quería saber si apostar a que no
sacaría un seis con cuatro dados era una apuesta inteligente.
Unas cuantas cabezas asintieron, cosa que Caine había aprendido que era
el código para «vaya, interesante». Un estudiante afroamericano sentado
entre los últimos, levantó la mano.
- Sí, Michael? -preguntó Caine.
- ¿Cómo demostró Pascal que debía dedicar su vida a la religión?
SINOPSIS
David Caine es epiléptico, posee una espectacular capacidad para las
matemáticas y el cálculo mental y pasa todas las noches jugando al
póquer. A causa de sus frecuentes y terribles ataques de epilepsia ha
perdido su trabajo de profesor de estadística en la universidad, ha
recaído en su adicción al juego y su vida se ha convertido en un
infierno. Confía en su don para calcular probabilidades y así ganar
mucho dinero lo que le permitiría empezar de nuevo, pero lo improbable
no es imposible y acaba debiéndole una fortuna a un peligroso capo de la
mafia rusa. A fin de librarse de su enfermedad y recuperar el control
de su vida, Caine decide arriesgarse con un medicamento en pruebas,
administrada por un misterioso doctor de oscuras intenciones que le
utiliza para un experimento sobre la predicción del futuro, basado en la
teoría matemática conocida como el demonio de Laplace.
Una auténtica golosina para cualquier curioso sobre las regiones más oscuras de la ciencia moderna, donde lo racional se confunde con lo paranormal.
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Una auténtica golosina para cualquier curioso sobre las regiones más oscuras de la ciencia moderna, donde lo racional se confunde con lo paranormal.
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