Gauss había calculado que Humboldt aún viviría de tres a cinco años.
Desde hacía poco había vuelto a ocuparse de las estadísticas de
mortalidad. Era un encargo de la caja de seguros estatal, bien pagado y
además no exento de interés matemático. En esos momentos acababa de
calcular la esperanza de vida de viejos conocidos. Si contaba durante
una hora las personas que pasaban delante del observatorio astronómico,
podía estimar cuántas de ellas estarían bajo tierra dentro de un año, de
tres, de diez años. ¡Que copiasen eso los astrólogos, decía él!
No había que subvalorar los horóscopos, respondía Weber, una ciencia perfecta también sabría utilizarlos, igual que ahora se comenzaba a aprovechar la fuerza galvánica. Además la curva de campana no cambiaba un ápice la simple verdad de que nadie adivinaba la hora de su muerte; el dado siempre caía por primera vez.
Gauss le pedía que se dejase de tonterías. Su esposa Minna moriría antes que él, puesto que estaba delicada de salud; luego su madre, después él mismo. Según la estadística, así sucedería. Miró un rato por el telescopio la escala del espejo por encima del receptor, pero la aguja no se movió. Weber ya no contestó. Seguramente los impulsos se habían perdido por el camino.
No había que subvalorar los horóscopos, respondía Weber, una ciencia perfecta también sabría utilizarlos, igual que ahora se comenzaba a aprovechar la fuerza galvánica. Además la curva de campana no cambiaba un ápice la simple verdad de que nadie adivinaba la hora de su muerte; el dado siempre caía por primera vez.
Gauss le pedía que se dejase de tonterías. Su esposa Minna moriría antes que él, puesto que estaba delicada de salud; luego su madre, después él mismo. Según la estadística, así sucedería. Miró un rato por el telescopio la escala del espejo por encima del receptor, pero la aguja no se movió. Weber ya no contestó. Seguramente los impulsos se habían perdido por el camino.
SINOPSIS
A finales del siglo XVIII dos jóvenes alemanes tratan de medir el mundo.
Uno, el naturalista Alexander von Humboldt, viajero y aventurero
incansable, recorre y explora nuestro planeta, se abre paso por las
selvas y estepas, navega por el Orinoco, visita parte de la Nueva España
y otros países de América, escala volcanes, explora el fondo de las
minas, prueba toda clase de venenos y da a conocer a Europa las
maravillas del Nuevo Mundo. El otro, Carl Friedrich Gauss, destacado
astrónomo, que más tarde fueconocido como el «príncipe de las
matemáticas», no es menos excéntrico. Brillante matemático, intenta
demostrar que el espacio es curvo; auténtico galán y apasionado de las
mujeres, es capaz de abandonar el lecho conyugal en plena noche nupcial
para anotar una fórmula matemática.
En 1828, ya mayores, famosos, estos dos grandes científicos se
reencuentran en Berlín, donde evocan juntos los años de juventud, sus
investigaciones y aventuras pasadas.
Con sutil humor y fina ironía, Daniel Kehlmann describe la vida de estos
genios, mostrándonos tanto sus grandezas como sus defectos, pequeñas
manías y debilidades, y consigue de este modo un retrato humano inédito
de estos dos grandes hombres de la historia de la ciencia.
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