En ese instante sonó el teléfono.
Mientras se dirigía a la estantería de su pequeño comedor para contestar, hacía cábalas sobre la llamada. A esas horas de la noche lo más probable era que fuese su hermano, que desde hacía unos meses le daba la lata para que revisara las cuentas de la clínica quirúrgica privada que dirigía. "Tú que eres el genio familiar de las matemáticas, ¿qué trabajo te cuesta echarme una mano?..." Luis "Lo-opera" (la vieja broma familiar de pronunciar el apellido de los cirujanos Lopera) no se fiaba de los ordenadores y quería que Víctor diese el visto bueno.
Víctor estaba harto de decirle que las matemáticas tenían sus especialidades, como la cirugía: alguien que extirpaba glándulas no podía ponerse a trasplantar corazones. Del mismo modo, él solo practicaba las matemáticas de las partículas elementales, no el cálculo de la lista de la compra. Pero si algo necesitaba su hermano que le extirpasen era la glándula de la testarudez.
Mientras se dirigía a la estantería de su pequeño comedor para contestar, hacía cábalas sobre la llamada. A esas horas de la noche lo más probable era que fuese su hermano, que desde hacía unos meses le daba la lata para que revisara las cuentas de la clínica quirúrgica privada que dirigía. "Tú que eres el genio familiar de las matemáticas, ¿qué trabajo te cuesta echarme una mano?..." Luis "Lo-opera" (la vieja broma familiar de pronunciar el apellido de los cirujanos Lopera) no se fiaba de los ordenadores y quería que Víctor diese el visto bueno.
Víctor estaba harto de decirle que las matemáticas tenían sus especialidades, como la cirugía: alguien que extirpaba glándulas no podía ponerse a trasplantar corazones. Del mismo modo, él solo practicaba las matemáticas de las partículas elementales, no el cálculo de la lista de la compra. Pero si algo necesitaba su hermano que le extirpasen era la glándula de la testarudez.
Elisa Robledo, joven profesora de física teórica, guarda un secreto
terrible. Un secreto que se remonta a diez años atrás, pero queno ha
dejado de atormentarla desde entonces. Hasta esa mañana, cuando
comprende que tendrá que huir para salvar su vida y que necesitará la
ayuda de su único amigo, un colega de su departamento. Junto a él, Elisa
comenzará a recordar las claves de lo sucedido cuando era alumna del
prestigioso científico David Blanes, cuyos análisis, basados en la
«teoría de cuerdas», quizá harían posible contemplar el pasado de la
humanidad, convertirla en testigo de la crucifixión de Cristo o
vislumbrar la Tierra en pleno período Jurásico, pero que acabaron
ofreciendo un resultado insospechado y escalofriante. Ahora, años
después, Elisa intentará evitar el peligro letal que se cierne sobre
ella y todos los que estuvieron relacionados con aquellos experimentos.
Un peligro fruto de una implacable persecución...
Una novela
imposible de abandonar hasta la última página, que coloca al lector
frente a las puertas -temibles y fascinantes- del horror.
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