sábado, 16 de noviembre de 2013

CINCO CUARTOS DE NARANJA - Joanne Harris

Paul estaba mirando la naranja que yo sostenía en la mano.
 
—Has has con-conseguido otra —dijo con aquella curiosa y pausada forma suya.

Cassis me dirigió una mirada de disgusto.

—¿Por qué no se te habrá ocurrido esconderla, estúpida? Ahora tendremos que compartirla con él.

Dudé. Compartir no entraba dentro de mis planes. Necesitaba la naranja para aquella noche. Y aun así, podía ver que Paul seguía sintiendo curiosidad. Estaba dispuesto a hablar.

—Te daré un poco si no dices nada —le dije por fin.

—¿De dónde la has sacado?

—La canjeé en el mercado por un poco de azúcar y seda de paracaídas —dije con facilidad sospechosa—. Madre no lo sabe.

Paul asintió, luego miró tímidamente a Reine.

—Podríamos compartirla ahora —dijo cautelosamente—. Tengo una navaja.

—Dámela —le ordené.

—Yo lo haré —dijo Cassis al instante.

—No, es mía —repliqué—. Déjame a mí.

Estaba pensando aceleradamente. Naturalmente podría arreglármelas para guardar parte de la piel de naranja, pero no quería que Cassis sospechase.

Me volví de espaldas a ellos para partir la naranja, con cuidado para evitar cortarme la mano. Dividirla en cuartos habría sido fácil: cortar por el centro y luego volver a dividirla en dos, pero en esta ocasión necesitaba una parte extra que fuese lo bastante grande para satisfacer mi propósito pero lo bastante insignificante para que no se notase, un trozo que pudiese deslizarme en el bolsillo para utilizarlo luego… Mientras estaba partiendo la naranja noté que el regalo de Tomas era una naranja de Sevilla, una sanguina, y por un breve instante me quedé paralizada ante el jugo encarnado que goteaba entre mis dedos.

—Date prisa, torpe —dijo Cassis impaciente—. ¿Cuánto tiempo necesitas para cortar una naranja a cuartos?

—Lo estoy intentando —repliqué—. La piel es muy dura.

—De-déjame a mí —Paul hizo ademán de acercarse a mí y por un segundo estuve segura de que me había visto, el quinto cuarto, no más grande que una raja, antes de que lo deslizara bajo la manga y fuera de la vista.

—Ya está —anuncié—. Ya lo he hecho.

Las partes eran desiguales. Lo había hecho lo mejor que había podido, pero aún había un cuarto que era perceptiblemente más grande que el resto y otro que era muy pequeño. Yo tomé el pequeño y me di cuenta de que Paul le dio el más grande a Reine.

Cassis miró con repugnancia.

—Te dije que me dejaras hacerlo a mí —se quejó—. El mío no es un cuarto decente. Eres muy torpe, Boise.

Chupé mi trozo de naranja en silencio. Al cabo de un rato Cassis paró de refunfuñar y se comió el suyo. Vi que Paul me observaba con una expresión extraña pero no dijo nada.

Lanzamos al río las pieles. Yo me las compuse para guardar un trozo de piel en la boca pero el resto lo tiré, incómodamente consciente de los ojos de Cassis puestos en mí, y sentí cierto alivio al ver que se relajaba un poco. Me pregunté qué habría sospechado. Deslicé el trozo de piel mordida al bolsillo junto con el ilícito quinto cuarto, complacida conmigo misma.

Esperaba que bastase con eso.

SINOPSIS

«Dividirla en cuartos habría sido fácil: cortar por el centro y luego volver a dividirla en dos, pero en esta ocasión necesitaba una parte extra que fuese lo bastante grande para satisfacer mi propósito pero lo bastante insignificante para que no se notase, un trozo que pudiese deslizarme en el bolsillo para utilizarlo luego…».
 
Así recuerda Framboise, la protagonista de esta historia, unos instantes particularmente evocadores de cuando era niña. Unos recuerdos que afloran con intensidad cuando vuelve a su pueblo natal en la campiña francesa y abre un coqueto restaurante que adquiere gran notoriedad gracias a las recetas de un cuaderno heredado de su madre. Esa especie de diario contiene también unas extrañas anotaciones en clave cuyo desciframiento arrojará nueva luz sobre unos dramáticos acontecimientos que marcaron la infancia de Framboise en los lejanos días de la ocupación nazi.
 
Framboise rememora los sabores y los sentimientos de su niñez en la Francia herida por el dolor y la penuria de la guerra, y especialmente un episodio que marcó una inflexión en las vidas de ella y su familia, un suceso que supuso la pérdida definitiva de su inocencia. Ahora, en el otoño de su vida, Framboise deberá encontrar la fuerza para enfrentarse a la verdad

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