martes, 29 de abril de 2014

SOLAR - Ian McEwan

Tanto más tiempo para que Beard, que aún no era un refugiado del cuasi silencioso final de su quinto matrimonio, estudiara a los «genios», como los llamaban los posgraduados. Le atraía el tufo de obsesión, paranoia, insomnio y, sobre todo, patetismo que desprendía aquella correspondencia. Se preguntaba si estaría buscando una versión de sí mismo en algunas de las cartas, un Michael Beard paralelo que, por culpa de la bebida, el sexo, las drogas o el puro infortunio, se hubiese saltado las disciplinas de una educación formal en física y matemáticas. Se las hubiese saltado y todavía anhelara pensar, chapucear, aportar. Algunos de aquellos hombres eran realmente inteligentes, pero sus desmesuradas ambiciones les exigían reinventar la rueda y a continuación, ciento veinte años después de Nikola Tesla, el motor de inducción, y luego leer inexpertamente, y con excesivas esperanzas, la teoría del campo cuántico para encontrar el combustible esotérico justo delante de sus nances, en los vacíos del aire vacío de sus cobertizos o habitaciones de invitados: la energía del punto cero.

Mecánica cuántica. Qué depósito, qué vertedero era de aspiraciones humanas, la línea fronteriza donde el rigor matemático derrotaba al sentido común, y la razón y la fantasía se mezclaban irracionalmente. Aquí podían encontrar lo que necesitaban los que tenían inclinaciones místicas, y pretender que la ciencia era la prueba. Y para esos hombres ingeniosos en su tiempo libre, qué música más fantasmal y hermosa deben de ser —asimetría espectral, resonancias, entrelazamiento, osciladores cuánticos armónicos— los cautivadores aires antiguos, la armonía de las esferas que podían transformar un muro de plomo en oro, y crear el motor que funciona prácticamente con nada, con partículas virtuales, que no causaban daño y proporcionaban energía a las empresas humanas, además de ahorrarla. A Beard le conmovían los anhelos de aquellos hombres solitarios. ¿Y por qué pensar que eran solitarios? No era, o no sólo, condescendencia lo que le instigaba a verlos así. No sabían suficiente, pero sabían demasiado para tener a alguien con quien hablar. ¿Qué amigo citado en el pub o en la Legión Británica, qué ama de casa apurada, con empleo y niños y quehaceres domésticos iba a seguirles por aquellos conductos retorcidos, en el contínuum del espacio-tiempo, hasta el agujero de gusano, el atajo para llegar a una solución única y definitiva del problema mundial de la energía?


SINOPSIS


Michael Beard es un físico que recibió hace años el Premio Nobel y desde entonces vive apoltronado en sus laureles. Tiene ahora cincuenta y pocos años y su quinto matrimonio está tocando a su fin porque Patrice, la quinta esposa, diecinueve años menor que él, descubrió su aventura con una matemática y reaccionó con una euforia inesperada. Se mudó a otra habitación y comenzó una relación con Rodney Tarpin, el constructor que les rehabilitaba la casa, veinte años menor que Beard, quien ahora sufre por la bella Patrice. Aunque quizá su dolor se deba a que desde hace años es sólo un burócrata, el director de un instituto para la investigación de las energías renovables que es poco más que un artilugio político. Entre los becarios del instituto se encuentra Tom Aldous, que tiene proyectos más ambiciosos. Y cuando una noche Tom conoce a Patrice, la combinación de adulterio en las clases ilustradas y esperpento científico deviene una comedia (no en vano esta novela ganó el Premio Wodehouse) de enredos, negra en el más puro estilo Hitchcock, con cadáver incluido. Y aquí y ahora, en este mundo en los umbrales del gran cambio climático, del temido calentamiento global…

sábado, 12 de abril de 2014

EL RUIDO DE UN TRUENO - Ray Bradbury

—Muy bien —continuó Travis—, digamos que accidentalmente matamos aquí un ratón. Eso significa destruir las futuras familias de este individuo, ¿entiende?

—Entiendo.

—¡Y todas las familias de las familias de ese individuo! Con sólo un pisotón aniquila usted primero uno, luego una docena, luego mil, un millón, ¡un billón de posibles ratones!

—Bueno, ¿y eso qué? —inquirió Eckels.

—¿Eso qué? —gruñó suavemente Travis—. ¿Qué pasa con los zorros que necesitan esos ratones para sobrevivir? Por falta de diez ratones muere un zorro. Por falta de diez zorros, un león muere de hambre. Por falta de un león, especies enteras de insectos, buitres, infinitos billones de formas de vida son arrojadas al caos y la destrucción. Al final todo se reduce a esto: cincuenta y nueve millones de años más tarde, un hombre de las cavernas, uno de la única docena que hay en todo el mundo, sale a cazar un jabalí o un tigre para alimentarse. Pero usted, amigo, ha aplastado con el pie a todos los tigres de esa zona al haber pisado un ratón. Así que el hombre de las cavernas se muere de hambre. Y el hombre de las cavernas, no lo olvide, no es un hombre que pueda desperdiciarse, ¡no! Es toda una futura nación. De él nacerán diez hijos. De ellos nacerán cien hijos, y así hasta llegar a nuestros días. Destruya usted a este hombre, y destruye usted una raza, un pueblo, toda una historia viviente. Es como asesinar a uno de los nietos de Adán. El pie que ha puesto usted sobre el ratón desencadenará así un terremoto, y sus efectos sacudirán nuestra tierra y nuestros destinos a través del tiempo, hasta sus raíces. Con la muerte de ese hombre de las cavernas, un billón de otros hombres no saldrán nunca de la matriz. Quizás Roma no se alce nunca sobre las siete colinas. Quizá Europa sea para siempre un bosque oscuro, y sólo crezca Asia saludable y prolífica. Pise usted un ratón y aplastará las pirámides. Pise un ratón y dejará su huella, como un abismo en la eternidad. La reina Isabel no nacerá nunca, Washington no cruzará el Delaware, nunca habrá un país llamado Estados Unidos. Tenga cuidado. No se salga del Sendero. ¡Nunca pise afuera!

—Ya veo —dijo Eckels—. Ni siquiera debemos pisar la hierba.

—Correcto. Al aplastar ciertas plantas quizá sólo sumemos factores infinitesimales. Pero un pequeño error aquí se multiplicará en sesenta millones de años hasta alcanzar proporciones extraordinarias. Por supuesto, quizá nuestra teoría esté equivocada. Quizá nosotros no podamos cambiar el tiempo. O tal vez sólo pueda cambiarse de modos muy sutiles. Quizá un ratón muerto aquí provoque un desequilibrio entre los insectos de allá, una desproporción en la población más tarde, una mala cosecha luego, una depresión, hambres colectivas, y, finalmente, un cambio en la conducta social de alejados países. O aun algo mucho más sutil. Quizá sólo un suave aliento, un murmullo, un cabello, polen en el aire, un cambio tan, tan leve que uno podría notarlo sólo mirando de muy cerca. ¿Quién lo sabe? ¿Quién puede decir realmente que lo sabe? No nosotros. Nuestra teoría no es más que una hipótesis. Pero mientras no sepamos con seguridad si nuestros viajes por el tiempo pueden terminar en un gran estruendo o en un imperceptible crujido, debemos tener mucho cuidado. Esta Máquina, este Sendero, nuestros cuerpos y nuestras ropas han sido esterilizados, como usted sabe, antes del viaje. Llevamos estos cascos de oxígeno para no introducir nuestras bacterias en una antigua atmósfera.

SINOPSIS

La historia es una exploración ficticia del efecto mariposa (o la “dependencia sensible en condiciones iniciales” según palabras de Edward Lorenz) a través del tópico de la ciencia ficción del viaje en el tiempo. De modo interesante, la historia precede el trabajo de Edward Lorenz por casi 10 años, mucho antes de que el término fuera acuñado y los principios entendidos por la comunidad científica. El mismo efecto ocurre en la dinámica planetaria y fue estudiado por Henri Poincaré en los años 1900, pero no bajo su nombre moderno. Estos temas son agrupados en el campo matemático de la teoría del caos. 

LAS AVENTURAS DE ARTHUR GORDON PYM - Edgar Allan Poe

El albatros es una de las más grandes y voraces de las aves de los mares del Sur. Pertenece a la especie de las gaviotas, y caza su presa al vuelo sin posarse nunca en tierra más que para ocuparse de las crías. Entre estas aves y el pingüino existe la amistad más singular. Sus nidos están construidos con gran uniformidad conforme a un plan concertado entre las dos especies: el del albatros se halla colocado en el centro de un pequeño cuadro formado por los nidos de cuatro pingüinos. Los navegantes han convenido en llamar al conjunto de tales campamentos rookery. Estas rookeries se han descrito más de una vez; pero como no todos mis lectores habrán leído estas descripciones, y como no tendré ocasión después de hablar del pingüino y del albatros, no me parece inoportuno decir algo aquí de su género de vida y de cómo hacen sus nidos.

Cuando llega la época de la incubación, estas aves se reúnen en gran número y durante varios días parecen deliberar acerca del rumbo más apropiado que deben seguir. Por último, se lanzan a la acción. Eligen un trozo de terreno llano, de extensión conveniente, que suele comprender tres o cuatro acres, situado lo más cerca posible del mar, aunque siempre fuera de su alcance. Escogen el sitio en relación con la lisura de la superficie, y prefieren el que está menos cubierto de piedras. Una vez resuelta esta cuestión, las aves se dedican, de común acuerdo y como movidas por una sola voluntad, a realizar, con exactitud matemática, un cuadrado o cualquier otro paralelogramo, como mejor requiera la naturaleza del terreno, de un tamaño suficiente para acoger cómodamente a todas las aves congregadas, y ninguna más, pareciendo sobre este particular que se resuelven a impedir la entrada a futuros vagabundos que no han participado en el trabajo del campamento. Uno de los lados del lugar así señalado corre paralelo a la orilla del agua, y queda abierto para la entrada o la salida.

Después de haber trazado los límites de la rookery, la colonia comienza a limpiarla de toda clase de desechos, recogiendo piedra por piedra, y echándolas fuera de las lindes, pero muy cerca de ellas, de modo que forman un muro sobre los tres lados que dan a tierra. Junto a este muro, por el interior, se forma una avenida perfectamente llana y lisa, de dos a dos metros y medio de anchura, que se extiende alrededor del campamento, sirviendo así de paseo general.

La operación siguiente consiste en dividir toda el área en pequeñas parcelas de un tamaño exactamente igual. Para ello hacen sendas estrechas, muy lisas, que se cruzan en ángulos rectos por toda la extensión de la rookery. En cada intersección de estas sendas se construye el nido de un albatros, y en el centro de cada cuadrado, el nido de un pingüino, de modo que cada pingüino está rodeado de cuatro albatros, y cada albatros, de un número igual de pingüinos. El nido del pingüino consiste en un agujero abierto en la tierra, poco profundo, sólo lo suficientemente hondo para impedir que ruede el único huevo que pone la hembra. El del albatros es menos sencillo en su disposición, erigiendo un pequeño montículo de unos veinticinco centímetros de altura y cincuenta de diámetro. Este montículo lo hace con tierra, algas y conchas. En lo alto construye su nido.
 
SINOPSIS
 
La única novela de Poe, que tantos y tan intensos cuentos escribió, es un verdadero friso de atrocidades: a un ritmo vertiginoso, en una atmósfera agobiante, se suceden tempestades, naufragios, hambre y canibalismo, matanzas, gritos, silencios opresores… En estas páginas obsesivas, recargadas, barrocas, no hay un momento de respiro para el lector, que se ve literalmente asediado —y acaso fascinado— por la destrucción y muerte que rezuman. Y no menos sorprendente es su misterioso final, en el que aparece esa inesperada figura velada que tenía «la perfecta blancura de la nieve». Verne no se resignó a ignorar el destino de Pym y lo imaginó en La esfinge de los hielos. 

lunes, 7 de abril de 2014

LA PIEDRA DE FUEGO - Glenn Cooper

Nadie sabe qué había antes del momento cero.

Tal vez nunca llegue a saberse; tal vez sea inconcebible y la comprensión de esta abstracción quede más allá de la capacidad de la mente humana.
 
Porque hace catorce mil millones de años, nuestro universo simplemente no existía. No existía el tiempo, el espacio, la materia, la gravedad ni la energía.
 
Sin embargo, en el momento cero, el universo tal y como lo conocemos hoy se condensó en un único punto, una fuerza unificada de un calor y una densidad infinitos e insondables. A continuación ocurrieron una serie de hechos de una potencia y una temperatura muy elevadas en un espacio de tiempo tan sumamente reducido que, en comparación, un segundo parecería una eternidad.
En el momento cero, el momento de mayor temperatura, la materia y la energía nacieron de una explosión del punto único.
 
El Big Bang.
 
Al cabo de una billonésima de una billonésima de una billonésima de una diezmillonésima parte de un segundo después del Big Bang, se crearon el espacio y el tiempo junto con toda la materia y la energía del universo. La temperatura era de cien millones de billones de billones de grados.
 
En una milmillonésima de una milmillonésima de una milmillonésima de segundo, el universo se había expandido hasta alcanzar el tamaño de la Tierra.
Tras una milésima de segundo, el universo se enfrió; su temperatura se redujo en un billón de grados y nacieron las fuerzas más básicas de la naturaleza: la gravedad, la gran fuerza que mantiene unidos los núcleos de los átomos y las fuerzas débiles y electromagnéticas.
 
Un segundo después del Big Bang, la materia ordinaria se dividió en partículas subatómicas fundamentales, incluyendo quarks, electrones, fotones y neutrinos. A continuación, surgieron los protones y los neutrones. Y fue tal vez durante este segundo cuando se creó un segundo tipo de materia muy misterioso: la materia oscura, tan esquiva que los físicos saben con absoluta certeza que existe pero no tienen una idea clara de lo que podría ser.
 
A lo largo de los siguientes trescientos mil años, el universo fue una enorme nube de gas en proceso de refrigeración. Cuando las temperaturas descendieron hasta los tres mil grados, los núcleos pudieron empezar a capturar electrones en sus órbitas y se formaron los átomos de hidrógeno y helio. Con la génesis de estos primeros átomos, el anodino y uniforme universo inició la transición hacia lo irregular. Telarañas de filamentos conectaban la materia que se acumulaba en las intersecciones. Entonces la gravedad de esas intersecciones introdujo los gases de hidrógeno en las primeras estrellas. Cuando estas se encendieron, su luz ionizó el manto de hidrógeno y permitió que el espacio se volviera completamente transparente.
 
Durante este período, la materia oscura se convirtió en la piedra angular del universo. Esta reliquia omnipresente del Big Bang era invisible y no luminosa y, sin embargo, ejercía gravedad igual que la materia ordinaria. Estaba presente en todo el universo. Allí donde existía la materia ordinaria también existía la materia oscura. Cuando se formaron las galaxias, por cada partícula de materia ordinaria había seis de materia oscura invisible.
 
Durante los primeros mil millones de años, se formaron billones y billones de estrellas así como cientos de miles de millones de inmensos agujeros negros, uno en el centro de cada galaxia.
 
Cuando las enormes estrellas primigenias agotaron sus fuentes de energía, explotaron como supernovas y liberaron unas cantidades inimaginables de radiación antes de ser arrastradas de manera catastrófica hacia unos agujeros negros infinitamente densos que absorbían la luz.
 
Y aquí es donde empieza la historia.
 
Unos ochocientos millones de años después del Big Bang, en el centro de nuestra Vía Láctea, una enorme estrella moribunda se transformó en una supernova y produjo una enorme nube de antimateria y radiación.
La antimateria colisionó con el hidrógeno y el helio existentes en la nebulosa cuando un agujero negro increíblemente grande empezaba a formarse. La unión de materia y antimateria provocó la mayor explosión que habría de experimentar jamás la galaxia, pulverizando el polvo y el gas del espacio más inmediato.
 
A medida que la galaxia se enfrió, fragmentos pulverizados de materia ordinaria y materia oscura se unieron. Casi todas estas partículas fusionadas fueron arrastradas al agujero negro, pero unas cuantas rebotaron y evitaron su límite gravitacional.
 
Así empezó el viaje de trece mil millones de años por la inmensa Vía Láctea de un fragmento perdido, un híbrido sumamente extraño de materia ordinaria y oscura.
 
Hace mil millones de años, cuando la Tierra tenía ya 3.500, el fragmento de materia entró en la atmósfera del planeta y cayó como un meteorito abrasador en una región que habría de convertirse en Egipto.
 
La piedra de fuego permaneció enterrada durante muchísimo tiempo, durante el cual la Tierra se convirtió en un planeta vivo que empezó a respirar y a rebosar de vida.
 
Con el paso del tiempo y la erosión del lecho del desierto, el fragmento acabó saliendo a la superficie y fue descubierto el año 31 d.C. por un alquimista, Nehor, hijo de Jebedías, que tenía buen ojo para los minerales extraños. Se asombró al comprobar las maravillosas propiedades de aquella roca del tamaño de un melón. Decidió partir la piedra en dos y utilizar sus características para convertirla en un cáliz. Posteriormente se dedicó a estudiar cómo aprovechar el extraño poder de la piedra.
 
Dos años después, el cáliz de Nehor llegó a manos de un predicador itinerante, llamado Jesús de Nazaret, cuando estaba sentado entre sus discípulos en Jerusalén, durante la cena de Pascua, antes de su ejecución.
 
Y Jesús murió en la cruz y resucitó. Y algunos dijeron que el cáliz desempeñó un papel importante en este acto divino.
 
Poco después de la resurrección, el cáliz se perdió.
 
Varias generaciones de exploradores se entregaron a la febril búsqueda del Santo Grial, convencidos de que su poder trascendía lo meramente simbólico y que podía albergar las grandes respuestas a las grandes preguntas.

A día de hoy la búsqueda del Santo Grial prosigue sin descanso.

SINOPSIS

Un apasionante thriller histórico ambientado en la Barcelona de Gaudí y la Barcelona actual. La mítica búsqueda del Santo Grial lleva a un joven ejecutivo apasionado por la Historia y miembro de un grupo de eruditos a embarcarse en una aventura que se originó más de dos mil años atrás, con la resurrección de Jesús...

domingo, 6 de abril de 2014

EL CASO DE LOS BOMBONES ENVENENADOS - Anthony Berkeley

»No les pasará inadvertida la semejanza con el caso Bendix, particularmente en cuanto al uso de una muestra como instrumento del crimen. Como dijo Mrs. Fielder-Flemming, la semejanza es demasiado estrecha para ser casual. Nuestro asesino tiene que haber conocido el caso Wilson, y el éxito obtenido por su autor. La verdad es que puede haber existido un móvil poderoso. Wilson se dedicaba a provocar abortos, y alguien ha de haber deseado castigarle. Un caso de conciencia, me imagino. Hay personas que la tienen. En este factor reside la segunda analogía con nuestro crimen.Sir Eustace era reconocidamente un peligro para la sociedad. Y ello va en apoyo de la teoría policial sobre un fanático anónimo. En mi opinión, tal punto de vista es muy defendible. Pero debo seguir con mi exposición.

»Alcanzada esta etapa, preparé una tabla de mis conclusiones e hice una lista de las condiciones que debía llenar el criminal. Estas condiciones son tantas y tan diversas, Sir Charles, que, si fuese posible hallar a alguien que las llenase, las probabilidades de que fuese el culpable serían no ya de un millón, sino de varios millones contra uno. No es ésta una afirmación ligera, sino un hecho matemáticamente establecido.

»He anotado doce condiciones, y las probabilidades matemáticas de que se cumplan en un solo individuo son, según mis cálculos, de cuatrocientos setenta y nueve millones mil seiscientas contra una. Y esto sería, no lo olviden ustedes, siempre que las probabilidades fuesen parejas. Pero no lo son. Por ejemplo, que el asesino tenga nociones de criminología es una probabilidad de diez contra una. En cambio, que tenga oportunidades de obtener papel de escribir de la casa Mason es de ciento contra una.

»Bueno, en conjunto —afirmó Bradley—, yo diría que las probabilidades son aproximadamente de cuatro billones setecientos noventa mil millones quinientas dieciséis mil cuatrocientas cincuenta y ocho contra una. En otros términos, es una imposibilidad. ¿No lo creen ustedes?

Todos estaban demasiado anonadados por las cifras astronómicas citadas por Bradley para mostrarse en desacuerdo.

—Muy bien, estamos todos de acuerdo, pues —dijo Mr. Bradley alegremente—. Leeré mi lista.

Luego de buscar en su libreta, comenzó a leer

SINOPSIS

El caso de los bombones envenenados es una de las cumbres del policíaco a la inglesa, el Who done it? que domina en la etapa clásica de su desarrollo. Lo que hace única a esta narración (y a esta intriga) es el admirable procedimiento del autor. Se comete un crimen ante el que Scotland Yard se siente impotente y un grupo de aficionados, un Círculo del Crimen, se confabula para encontrar la solución al enigma. Se darán tantas soluciones como componentes hay del grupo y lo extraordinario es que todas ellas explican el enigma, mas sólo una es la verdadera. Pero hay más: el remate perfecto es que esta vez no se produce la acostumbrada reunión final en la que el agudo detective explica al fin el misterio a sus atónitos oyentes; por el contrario, los oyentes no son simples personajes sino auténticos detectives aficionados y, lo más admirable, es el lector quien tiene que deducir del soberbio y sugerente final quién es el asesino conjuntamente con ellos. Un prodigio de construcción novelesca de la intriga. Una obra maestra.

LA ANALFABETA QUE ERA UN GENIO DE LOS NÚMEROS - Jonas Jonasson

Ya a los cinco años había encontrado la forma de matar el tiempo mientras cargaba y transportaba los bidones: contarlos.

–Uno, dos , tres, cuatro, cinco…

A medida que crecía, fue añadiendo dificultad a los ejercicios para que siguieran resultando estimulantes:

–Quince bidones por tres viajes, por siete que los llevan, menos uno que está sentado sin moverse porque está borracho perdido… son… trescientos catorce bidones.

Aparte de a su botella de disolvente, mientras vivió, la madre de Nombeko apenas prestaba atención a lo que ocurría alrededor, pero sí reparó en que su hija sabía sumar y restar. Durante su último año de vida, empezó a llamarla cada vez que había que distribuir un envío de pastillas de diferentes colores y distintos efectos entre las chabolas. A fin de cuentas, una botella de disolvente no es más que una botella de disolvente. Pero cuando se trata de repartir pastillas de cincuenta, cien, doscientos cincuenta y quinientos miligramos en función de los deseos y las capacidades económicas, es importante proceder a la división según las cuatro reglas de la aritmética. Y eso sabía hacerlo aquella niña de diez años. Y muy bien.

Por ejemplo: un día se encontró en presencia de su jefe inmediato, que estaba esforzándose por establecer el resumen mensual de la cantidad de bidones cargados y su peso total.

–A ver, noventa y cinco por noventa y dos –masculló el jefe–. ¿Dónde está la calculadora?

–Ocho mil setecientos cuarenta –dijo Nombeko.

–Mejor ayúdame a buscar, pequeña.

–Ocho mil setecientos cuarenta –repitió ella.

–¿Qué dices?

–Noventa y cinco por noventa y dos son ocho mil setecien…

–¿Y cómo lo sabes?

–Bueno, verá, pienso en que noventa y cinco son cien menos cinco, y noventa y dos son cien menos ocho. Si cruzas las cifras y restas la diferencia, es decir, noventa y cinco menos ocho, y noventa y dos menos cinco, siempre da ochenta y siete. Y cinco por ocho son cuarenta. Ochosietecuarenta. Ocho mil setecientos cuarenta.

–¿De dónde has sacado ese método de cálculo? –inquirió su jefe, pasmado.

–No lo sé. ¿Podemos volver al trabajo?

Entonces, la ascendieron a ayudante del jefe.

Pero, con el tiempo, la analfabeta que era un genio de los números empezó a sentir una frustración creciente, porque no entendía lo que los jefes supremos de Johannesburgo escribían en los decretos que acababan sobre la mesa de su jefe. 

SINOPSIS

Después del éxito mundial de El abuelo que saltó por la ventana y se largó, Jonas Jonasson vuelve a deleitarnos con una novela tan desenfadada como llena de sorpresas. Con su fecunda imaginación y su sentido del humor surrealista e irreverente, que no deja títere con cabeza, Jonasson ha ideado una historia trepidante que arremete contra la hipocresía de la clase política al tiempo que ilumina la cara oculta de la historia oficial.
En esta ocasión, la improbable heroína tiene su origen en el barrio de Soweto, el tristemente célebre gueto de Johannesburgo. Corren los años setenta, en pleno auge del apartheid, cuando Nombeko Mayeki, condenada a una vida de infortunio y con altas probabilidades de que ésta acabe a una edad temprana ante la indiferencia de sus semejantes, encuentra un resquicio para escapar de su aciago futuro. Dotada de un intelecto fuera de serie, e impulsada por la fuerza de un destino que ejecuta las piruetas más extrañas, el azar propulsa a Nombeko lejos de su entorno de miseria y la encarrila en un asombroso viaje en el que se topará con personajes de toda índole, desde un falso especialista en física nuclear y un par de agentes del Mossad con sed de venganza, hasta un rey de Suecia con rostro humano y una joven antisistema en permanente estado de ebullición. Así, la genial Nombeko recorrerá un insólito itinerario, repleto de emocionantes peripecias, hasta convertirse en una mujer clave para la supervivencia de la humanidad y, a la postre, descubrir su lugar en el mundo en las frías tierras escandinavas, un sitio con el que jamás se habría atrevido a soñar.

MATAR A LEONARDO DA VINCI - Christian Gálvez

«Es imposible que un templo posea una correcta disposición si carece de simetría y de proporción, como sucede con los miembros o partes del cuerpo de un hombre bien formado», decía el arquitecto romano Marco Vitruvio en el capítulo primero de su tercer libro de arquitectura.

El error en la búsqueda de las proporciones humanas se basaba en no saber diferenciar lo importante de lo urgente. Era urgente desentrañar el fenómeno pautado por Marco Vitruvio pero, a su vez, era necesario despejar la incógnita de qué era lo importante. Leonardo lo tuvo claro. Lo que pretendía era demostrar matemáticamente el canon de las proporciones humanas. El resto era secundario. Lo primero que haría sería dibujar un hombre cuyo cuerpo recrearía una cruz. Con ello, representaría la anatomía con sus miembros plenamente extendidos. Necesitaba un eje con el que diseñar el círculo donde contendría el estudio anatómico. No había posibilidad de errores. El ombligo, centro natural del cuerpo humano, era el epicentro del círculo que trazó con sumo cuidado. A partir de ahí, Leonardo evolucionaría el pensamiento. Si intentaba encajar el círculo dentro del cuadrado o viceversa, el resultado sería deforme. Bien los brazos o bien las piernas del hombre dibujado menguarían o engrandecerían en proporciones monstruosas.
 
—El elemento importante de la composición es el ser humano. No puedo prostituir su figura ante la geometría.
 
Leonardo pensó, discurrió. Probó con un trozo de papel nuevo, llenándolo de tinta con infinitas pruebas. Al final, la lógica, el sentido común, se impuso.
—Los problemas no tienen por qué tener una única solución. Tengo dos 
elementos: un círculo y un cuadrado. Tengo un cuerpo con un solo eje. ¡Añadiré un segundo eje!
 
Efectivamente, Leonardo, al añadir un segundo eje localizado en las partes genitales del hombre, que marcan la mitad del hombre, encajó el cuadrado como si de un simple y brillante puzle se tratara. Añadió dos brazos y sendas piernas para comprobar que matemáticamente era correcto y sonrió.
 
Por fin había desenmascarado el misterio. En honor a Vitruvio, el arquitecto, y a Vitruvio, su perro. Lo plasmó rápidamente en el último recoveco libre que agonizaba entre apuntes varios.
[...]
Debido a la escasez de espacio, sustituyó las palabras «cuadratura» y «círculo» por símbolos. El círculo, símbolo del todo, del universo, sin principio ni fin, representaba a Dios. El cuadrado, los cuatro puntos cardinales; incluso en el islamismo, la representación de las influencias de lo divino, lo angélico, lo humano y lo diabólico, como una vez le contó su madre cuando era niño. Las abreviaturas no restaban en absoluto importancia a tal descubrimiento. La simetría del cuerpo humano.

SINOPSIS
 
Europa, siglo XIV. Mientras España, Francia o Inglaterra ultiman su unificación, los Estados italianos se ven envueltos en conflictos permanentes por culpa de la religión, el poder y el ansia de expansión territorial. Lo único que les une es el renacimiento cultural de las artes, en el que los mecenas pujan por tener en sus filas a los mejores artistas del momento.
En la Florencia de los Médici, epicentro de este despliegue artístico, una mano anónima acusa a un joven y prometedor Leonardo Da Vinci de sodomía. Durante dos meses será interrogado y torturado hasta que la falta de pruebas lo ponga en libertad. Con la reputación dañada, Leonardo partirá hacia nuevos horizontes para demostrar su talento y apaciguar las secuelas psicológicas provocadas en prisión.
¿Quién lo acusó? ¿Con qué motivo? Mientras se debate entre evasión y venganza Leonardo descubrirá que no todo es lo que parece cuando se trata de alcanzar el éxito.

viernes, 4 de abril de 2014

TABLAS DE MULTIPLICAR - Gabriel Celaya



UNO por otro es el hombre
cualquiera como Dios manda
y ese salvar las distancias
que -mala cuenta- se cantan.

Dos por uno es la evidencia
que en un dos por tres tendrás.
Dos por cuatro, buen compás.
Dos por cinco, la sorpresa
del diez redondo y total.
¡Qué divino es, por humano,
el sistema decimal!

Cero por cero es la luz.
Cero por uno, el problema
(pues con el yo creo el tú).
Cero por dos, el amor.
También cero, mas en ioh!
(¡Oh!, que es un eco de yo).
Cero por tres... ¡Atención!
Debe haber algún error,
pues cuanto más multiplico
más repito: yo, yo, yo.

DÉCIMA POESÍA VERTICAL - Roberto Juarroz



Continuidad de los sueños,
semejante a la del pensamiento despierto,
aunque un poco más lejos del cordón de las palabras
y sus nudos azules.

Las particiones son iulusorias:
un sueño, una idea, un hueco en la noche.
Pensar y soñar no son divisibles.

Nada más que un solo sueño,
una sola vigilia,
un solo texto,
una sola mirada,
una sola muerte.

Y tal vez no haya más tampoco que una sola vida,
un solo día, un solo amor, una sola noche.
Y nadie que vele sobre la continuidad de los sueños
y las otras continuidades,
como si de lo continuo del universo
se hubiera desprendido para siempre
la faz candente de lo discontinuo.

Pero en la continuidad de los puentes
queda como un trazo indeleble
la discontinuidad de las orillas.

Y en la continuidad de los ritos del amor
yace la fisura paralizada de un grito.

O en la tierra continua de la soledad,
la parcela sin roturar de ciertas palabras
que no caben en la continuidad de ningún lenguaje.

Quizá en algún momento de este mundo o de otro
existió otra figura, otra línea, otro signo,
la más neta versión de la unidad:
la continuidad mayor de lo discontinuo.
La discontinuidad mayor.


EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ - Jonas Jonasson

Sin embargo, no se trataba sencillamente de empaquetar a Albert Einstein y enviarlo a Moscú. Antes tenían que localizarlo. Había nacido en Alemania, pero luego se había mudado a Italia, y después a Suiza y Estados Unidos, y desde entonces no había parado de moverse de un lado a otro, por el motivo que fuese.

En ese momento estaba establecido en Nueva Jersey, aunque, según los espías, la casa donde vivía parecía deshabitada. Además, Beria prefería que lo secuestraran, a ser posible, en Europa. Sacar a famosos clandestinamente de Estados Unidos y cruzar el Atlántico tenía sus complicaciones.

Pero ¿dónde se había metido el tío ese? Casi nunca avisaba antes de emprender un viaje y su impuntualidad era legendaria.
El jefe de los espías hizo una lista de lugares en los que Einstein podía tener vínculos más o menos cercanos y destinó sendos agentes para que los vigilasen. Se trataba de la casa de Nueva Jersey y de la villa de su mejor amigo en Ginebra. Además, estaba el publicista de Einstein, en Washington, y otros dos amigos, uno en Basilea y otro en Cleveland, Ohio.

Tuvieron que esperar unos días, pero al fin llegó la recompensa en forma de un hombre de abrigo gris, guantes y sombrero. Apareció andando tranquilamente por la calle hasta la villa de Ginebra donde vivía el mejor amigo de Einstein, Michele Besso. Llamó a la puerta y fue recibido por el propio Besso y por una pareja de ancianos. El agente que estaba de guardia llamó a su colega en Basilea, a unos cuarenta kilómetros de allí, y, una vez juntos, tras mirar por las ventanas durante horas y comparar las fotos que les habían proporcionado, ambos llegaron a la conclusión de que se trataba de Albert Einstein, de visita en casa de su mejor amigo. Los ancianos debían de ser el cuñado de Besso, Paul, y la esposa de éste, Maja, que a su vez era la hermana de Albert. ¡Una fiesta familiar en toda regla!

Albert se quedó dos días en casa de su amigo, aunque bajo estricta vigilancia, hasta que finalmente volvió a ponerse el abrigo, los guantes y el sombrero y se marchó de manera tan discreta como había llegado.

Sin embargo, apenas doblar la esquina lo atacaron por la espalda y lo metieron en el asiento trasero de un coche, donde lo durmieron con cloroformo. Desde allí, a través de Austria, lo trasladaron hasta Hungría, que, como es sabido, se mostraba muy complaciente con la URSS y no hizo preguntas sobre el avión ruso que aterrizó en el aeropuerto militar de Pécs, repostó combustible, recogió a dos ciudadanos soviéticos y a un hombre soñoliento e inmediatamente volvió a despegar con destino desconocido.

SINOPSIS

Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer autobús, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en el interior de ésta se apilan, ¡santo cielo!, millones de coronas de dudosa procedencia. Pero Allan Karlsson no es un abuelo fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como ser agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica. Sin embargo, esta vez, en su enésima aventura, cuando creía que con su jubilación había llegado la tranquilidad, está a punto de poner todo el país patas arriba.