viernes, 31 de mayo de 2013

LOS CRÍMENES DE OXFORD - Guillermo Martínez

[En Oxford han ocurrido tres asesinatos y su autor, antes o después de cometer cada uno, le ha enviado a un profesor de matemáticas un símbolo. Un joven que le ayuda en la investigación de estos sucesos trata de descubrir el cuarto símbolo, pues piensa que convenciéndolo tal vez se pueda evitar el cuarto crimen.]

Fui a la sección de historia de la matemática, y seguí con un dedo los títulos en los lomos. Un libro sobresalía un poco de los demás, como si alguien lo hubiera consultado recientemente y no hubiera sido lo bastante cuidadoso al volverlo a su lugar. [...] La ilustración de la tapa era una pirámide de diez puntos envuelta en llamas. El título -"La hermandad de los pitagóricos"- quedaba por muy poco fuera del alcance del fuego. [...]

Fui hasta uno de los escritorios de la biblioteca y lo abrí bajo la lámpara. No tuve que pensar más de dos o tres páginas. Allí estaba. Allí había estado todo el tiempo, en su simplicidad abrumadora. Las nociones más antiguas y elementales de la matemática, no separadas del todo todavía de sus vestiduras místicas. La representación de los en la doctrina pitagórica como principios arquetípico de las potencias divinas. El círculo era el Uno, la unidad en su perfección, la mónada, el principio de todo, encerrado y completo en su propia línea. El Dos era el símbolo de la multiplicidad, de todas las oposiciones y dualidades, de los engendramientos. Se formaba con la intersección de dos círculos y la figura oval, como una almendra, encerrada en el centro, era llamada "Vesica Picis", la vejiga del pez. El Tres, la tríada, era la unión entre dos extremos, la recta que unían dos puntos, el Tres era el triángulo y era al mismo tiempo el plano. Uno, dos, tres, aquello era todo, la serie no era más que la sucesión de los números naturales. Di vuelta a la página para estudiar el símbolo que representaba al número Cuatro. Era la "tetractis", la pirámide de diez puntos que había visto en la tapa, el emblema y la figura sagrada de la secta. Los diez puntos eran la suma de uno, más dos, más tres, más cuatro. Representaban a la materia y a los cuatro elementos. Los pitagóricos creían que toda la matemática estaba cifrada en aquel símbolo, que era a la vez el espacio tridimensional y la música de las esferas celestes.

SINOPSIS

Un estudiante de matemáticas argentino viaja a Oxford con fines académicos. Pero poco después de su llegada se encuentra con el cadáver de la anciana que lo alojaba, junto con un desafío matemático del asesino. Inicia así, paralelamente a la policía, su propia investigación, guiado por su maestro, el eminente lógico Arthur Seldom. Los juegos de lenguaje de Wittgenstein, el teorema de Gödel y las sectas matemáticas antiguas se conjugan en esta espléndida novela negra con los sombríos hospitales ingleses, los arrebatos de la pasión y la vida universitaria de Oxford como escenario. Una novela policíaca de trama aparentemente clásica que, en su sorprendente desenlace, se revela como un magistral acto de prestidigitación.

jueves, 30 de mayo de 2013

EL TEOREMA - Adam Fawer

Caine miró su mano y luego otra vez las cartas descubiertas. [...]

- Deja ya de calcular las probabilidades y apuesta —dijo Walter, que se tiraba de un padrastro.

Caine era famoso por hacer mentalmente complejas operaciones para calcular las probabilidades de casi todo. La única variable que Caine no podía cuantificar era la probabilidad de que sus oponentes se estuvieran echando un farol, pero de todas maneras lo intentaba. Caine tenía la sensación de que Walter intentaba meterle prisa, así que dedicó al viejo una mirada aburrida y continuó analizando la mesa.

Jugaban al póquer abierto, el Texas Hold 'Em y las reglas eran sencillas. Cada jugador recibía dos cartas, y luego seguía «el montón» que eran las tres cartas que se colocaban boca arriba para que todos las vieran. Entonces el crupier giraba una cuarta carta, conocida como «la vuelta», y a continuación la quinta y última carta, conocida como «el río». Se apostaba en cada ronda, en la que se repartían cartas, y luego los jugadores mostraban sus cartas. Aquel que tuviera la mejor mano —combinando las cinco cartas del centro de la mesa y las dos que tenía en la mano— ganaba.

Lo bueno del juego era que en cualquier momento, un jugador inteligente podía mirar las cartas en la mesa y saber cuál era la mejor mano que se podía hacer. Cuando Caine miró el montón, no vio tres cartas. Vio centenares de probabilidades. La que más le importaba era la que le indicaba si podía ganar. Con las cartas que tenía, Caine juzgó que la probabilidad era alta. Tenía un par de «balas»: el as de corazones y el as de diamantes. El montón consistía en el as de trébol y un par de picas: la jota y el seis. El trío de ases de Caine era la mano más alta posible en la mesa, pero aún quedaban un montón de cartas ocultas.

Comenzó a calcular todas las probabilidades posibles. Durante los pocos y preciosos segundos que Caine dedicó a los cálculos, las neuronas que insistían en que el aire olía a carne quemada tuvieron la bondad de permanecer calladas.

Cualquiera con dos picas tenía un total de cuatro picas: dos en la mano, dos en la mesa. Dicha persona necesitaría otra pica en la mesa para completar un color. Caine hizo el cálculo. Su mente jugaba con los números con la facilidad de un niño que recitaba el abecedario.

Había un total de trece picas en la baraja, así que si alguien tenía dos picas en la mano, como máximo sólo podían quedar nueve picas (las ocultas). La probabilidad de que una de las dos cartas siguientes fuese una pica era del 38 por ciento. Alta, pero las probabilidades de que a alguien le hubiesen tocado dos picas era sólo del 6 por ciento.

Caine activó el mecanismo mental para obtener la respuesta final, las probabilidades de recibir dos picas y de que aparecieran tres en la mesa. Exhaló un suspiro cuando el número apareció en su cabeza, como un resplandeciente letrero de neón: apenas un 2,3 por ciento. Aceptable.

Repitió el ejercicio. Esta vez calculó la probabilidad de que alguien recibiera una pica y completara un color: sólo el 1,6 por ciento. Las probabilidades de que alguien consiguiera un color con tréboles en lugar de picas era todavía menor: 0,2 por ciento. No había que preocuparse por ese lado.

La escalera era más preocupante. Con un as y una jota en la mesa, y sin otra figura o un diez a la vista, significaba que había doce ocultas que podían hacer una escalera (cualquiera de los cuatro reyes, reinas o dieces). Sin embargo, sólo había una probabilidad del 3,6 por ciento de que alguien ya tuviera las otras dos cartas necesarias para ligar una escalera. Teóricamente, todavía estaba viva la escalera de color, pero era tan difícil que ni siquiera se molestó en calcular las probabilidades.

Dado que Caine ya tenía tres ases, lo que necesitaba de verdad era otro as, una jota o un seis. Si conseguía el as, tendría póquer. Una jota o un seis le darían un full, ya fuera de ases y jotas o ases y seises. Con siete ocultas (un as, tres jotas y tres seises) las probabilidades de conseguir cualquiera de las cartas necesarias era del… Caine parpadeó, se le aceleró el pulso… 28 por ciento. Nada mal.

[...]

Caine cogió las fichas y las arrojó ciegamente al bote.

- Subo veinte.

- Veo.

La hermana Straight estaba dentro. Caine confiaba en que tuviera una pareja de jotas y que no estuviese buscando la escalera como tenía por costumbre.

- Veo.

Mierda. Stone también estaba dentro. Como siempre, permanecía inmóvil como una estatua. Casi nunca se movía, pero no se había ganado el apodo por eso; se lo había ganado porque era una maldita piedra. Stone siempre jugaba de acuerdo con las reglas, nunca entraba por capricho o una intuición, y se atenía a las probabilidades. No había manera de que entrara a menos que tuviera cartas para una escalera o color.

Caine se maldijo a sí mismo por no haber apostado fuerte antes para eliminar a todos los que buscaban una escalera. No hubieran entrado si él los hubiera asustado desde el principio. [...]

Walter jugó con las fichas, las hizo deslizar sobre sus nudillos con una facilidad rutinaria. Por un segundo, Caine creyó que Walter iba a subir, pero sólo vio. Sí, todos estaban esperando la ronda, aguantaban con lo que tenían hasta tener una idea más clara de lo que venía.

La carta siguiente fue una visión gloriosa. Para Caine, era más bonita que un desplegable del Playboy y más hermosa que una puesta de sol en el Gran Cañón: el as de picas. Con un par de balas en la mesa y otras dos en la mano, tenía póquer.

La única mano que podía ganarle era una escalera de color, pero era poco probable. La siguiente carta tendría que ser el rey, la reina o el diez de picas, y además haría falta que alguien tuviese las otras dos picas altas para completarla. Imposible.

Sin embargo… Caine hizo un rápido cálculo mental, con los párpados entornados para ocultar los rápidos movimientos de sus ojos: las probabilidades de recibir cualquiera de las tres combinaciones de picas necesarias (rey-reina, rey-diez o reina-diez) era de 150 contra una. La probabilidad de recibir una de estas parejas y que saliera la tercera carta era de 3.500 contra una. Sí, era imposible.

El bote era suyo; ahora sólo era cuestión de saber hasta dónde podría aumentarlo antes de que acabara la mano. Si apostaba demasiado fuerte podría espantar a todas las presas. Pero si decidía esperar y jugar lento, entonces podría acabar desperdiciando su mano ganadora. Tenía que apostar una chocolatina: ni demasiado grande, ni demasiado poco… lo justo.

- Van veinte. —Walter arrojó cuatro fichas rojas al bote y se reclinó en la silla, como si se preparara para una larga espera.

Caine miró sus fichas y cogió lentamente un par de verdes.

- Que sean cincuenta.

- Paso —anunció la hermana Straight, disgustada, y arrojó sus cartas con una mano mientras que con la otra toqueteaba la cruz de plata que llevaba colgada al cuello.

- Yo, también —dijo Stone. No se movió porque ya tenía las cartas boca abajo, en la mesa. Probablemente ambos habían buscado la escalera y suponían que algún otro había conseguido un color en la ronda.

- Eso nos deja a ti y a mí —señaló Walter, mientras masticaba con aire distraído una patata fría—. Hagamos que resulte interesante. Subo otros cincuenta. —Dijo con voz melosa. Sus fichas tintinearon en el centro del bote.

Caine intentó controlar el olor y concentrarse. ¿Qué estaba haciendo Walter? Bien podía ser que no tuviera más que basura, pero Caine no lo creía. Con un par de balas en la mesa, no. Además, había algo en la mueca arrogante del hombre que le hizo creer que tenía algo. Entonces Caine lo adivinó: Walter tenía en la mano una pareja de jotas o una pareja de seises. Tenía un full, probablemente de jotas y ases; el único problema para Walter era que un full no podía ganarle al póquer de Caine.

- Cincuenta más. —Caine lanzó al bote una ficha de cien. El círculo negro mate llamó la atención de Nikolaev y se acercó para mirar el desarrollo de la mano. Walter echó una negra de su pila y retiró dos verdes para tener cambio. 

Entonces el crupier mostró el río —el rey de picas— y el estómago de Caine se contrajo.

Con el as, el rey y la jota de picas a la vista, la escalera de color estaba oficialmente vivita y coleando. Miró de nuevo sus cartas y después las de la mesa, mientras intentaba no hacer caso del olor. Dio un largo trago de su copa para espantarlo, pero no le sirvió de nada. [...]

Los números lo ayudarían. Ellos serían su guía. Los recitó en su mente, toda su energía en la letanía de las probabilidades. Tenía cuatro ases. Cuádruple. ¿Eso qué significaba? [...]

Hay 133 millones de manos posibles que se pueden hacer con siete cartas. De estos 133 millones de cartas, sólo 224.848 son cuatro del mismo valor. Por lo tanto, sólo hay un 0,16% de probabilidades de conseguir un cuádruple: 595 a 1.

¿Qué pasa con la escalera de color?

Sólo hay 17.238 combinaciones de siete cartas que pueden formar una escalera de color de cinco cartas. Un 0,013% de probabilidades. Una en 7.761 manos.

Pero ¿cuáles eran las probabilidades de que salieran ambas al mismo tiempo? ¿Cuántas combinaciones había? La cabeza le daba vueltas. No podía pensar. ¿Cuántas combinaciones? No muchas. Pocas. Minúsculas. Insignificantes. Los cálculos lo superaban en su estado actual. Sólo sabía que había un pequeño resto de 17.238 manos que también podía incluir cuádruples. Probablemente algo así como 5.000 manos. Cinco mil combinaciones de siete cartas entre 133 millones posibles: 26.000 contra 1.

No había manera. Pero era posible. [...]

Ahora que se había destapado la última carta, el juego estaba limitado al bote; la apuesta no podía superar el monto del bote.

Walter miró a Caine en un intento de encontrar una pista de lo que llevaba. Si había alguna. Lo agudo del malestar de Caine las ocultaba. Todo lo que Walter sacó en limpio de la observación fue que Caine parecía un muerto viviente.

Después de un segundo, Walter murmuró volviendo la cabeza:

- Vitaly, haz la suma. —Nikolaev se acercó a la mesa y con gran rapidez apiló todas las fichas del bote. Cinco negras, ocho verdes y quince rojas: un total de 775 dólares—. Veo tus cien y subo el bote —anunció Walter y cogió diez billetes de cien dólares del billetero que tenía junto a sus fichas—. Tienes que poner 875 dólares para ver.

Walter quería que Caine creyera que llevaba una escalera de color, pero ni hablar. Era imposible según el cálculo de probabilidades. Walter sencillamente estaba intentando comprar el bote, pero Caine no se lo iba a permitir. Miró su pequeña pila de fichas y luego el trozo de papel que había debajo. Era una línea de crédito de quince mil dólares, para recompensar a Caine por pagar siempre sus deudas puntualmente. Cuando Nikolaev se la había dado, Caine se había jurado que nunca la utilizaría a menos que tuviera algo absolutamente seguro. Si cuatro ases no eran algo seguro, entonces que alguien le dijera qué lo era.

Le hizo un gesto a Nikolaev, pero podría haberse ahorrado la molestia. Nikolaev ya había llamado a su gigantesco guardaespaldas, que inmediatamente colocó una pila de diez fichas moradas delante de Caine. Si veía los 875 dólares, la mano se acabaría en cinco segundos. Si perdía, estaría endeudado con Nikolaev por mil dólares; no era algo deseable, pero podía reunirlos en pocas semanas. Caine intentó engañarse y decirse que estaba considerando esa opción, pero tenía claro que era mentira. No podía ver. Con cuatro ases, no. Después de que Walter intentara robarle el bote, no. Ver ya no era una opción. Tenía que subir.

Caine empujó lentamente cuatro fichas moradas hacia el bote y retiró cinco negras para tener cambio.

- Van 3.500 dólares. Tú hablas.

Se oyó una discreta exclamación de la hermana Mary. Incluso Stone estaba impresionado; Caine lo sabía por la diminuta arruga que había aparecido en su frente. Desapareció todo el aire de la habitación. Hasta el hediondo olor desapareció por un momento mientras Caine miraba los ojos llorosos de Walter.

- Tienes que poner 2.625 dólares, Walter. ¿Vas o pasas?

- Mañana querrás darte de bofetadas —replicó Walter despreciativamente. Miró a Nikolaev y le colocaron delante diez fichas moradas. Walter las acercó todas al bote, y luego añadió, una a una, cinco negras—. Subo. ¿Lo ves?

Caine sintió que el corazón se le detenía. No podía subir más. Ya estaba. Tenía que poner 7.875 para ver. Si perdía, la deuda con Nikolaev sería de once mil dólares, que eran 10.600 dólares más de lo que tenía en el banco. Era una deuda de cuidado con un acreedor de cuidado. Al menos a Caine ya no le hacía falta plantearse si tenía o no un problema con el juego. Su padrino en Jugadores Anónimos estaría muy orgulloso.

Pero nada de todo eso importaba. Si no utilizaba sus cuatro ases para llevarse el bote, que ahora era de 15.750 dólares, se pegaría un tiro.

- Voy —contestó con un débil suspiro y un nudo en el estómago. Acercó las ocho fichas moradas al bote y después añadió—: Enséñalas.

Caine notó que todos se inclinaban sobre la mesa ansiosos por saber si Walter tenía la reina y el diez de picas para hacer una escalera de color o si no era más que basura. Walter descubrió sus cartas una por una. Cuando Caine vio que la primera era la reina de picas, supo que Walter la había conseguido. Pero, con todo, ni se movió cuando el viejo destapó el diez negro. Escalera de color real. Era la única mano posible capaz de derrotar los cuatro ases de Caine. Lo había perdido todo. No parecía real. Las probabilidades eran tan bajas que casi se acercaban a lo imposible.

Caine intentó decir algo pero no pudo. Consiguió mover la boca, pero antes de que un sonido pudiese escapar de su garganta, el olor lo cubrió, lo engulló como una enorme ola. Notó cómo se le filtraba en la piel, se le metía en las venas, se abría paso a través de la nariz, la boca y los ojos. Era peor que nunca. Era el olor de la muerte.

El mundo se volvió oscuro mientras Caine caía al suelo. En la fracción de segundo antes de que perdiera el conocimiento Caine descubrió una emoción que le sorprendió: alivio.

SINOPSIS


David Caine es epiléptico, posee una espectacular capacidad para las matemáticas y el cálculo mental y pasa todas las noches jugando al póquer. A causa de sus frecuentes y terribles ataques de epilepsia ha perdido su trabajo de profesor de estadística en la universidad, ha recaído en su adicción al juego y su vida se ha convertido en un infierno. Confía en su don para calcular probabilidades y así ganar mucho dinero, lo que le permitiría empezar de nuevo, pero lo improbable no es imposible y acaba debiéndole una fortuna a un peligroso capo de la mafia rusa. A fin de librarse de su enfermedad y recuperar el control de su vida, Caine decide arriesgarse con un medicamento en pruebas, administrado por un misterioso doctor de oscuras intenciones que lo uliliza para un experimento sobre la predicción del futuro basado en la teoría matemática conocida como el demonio de Laplace. Desde que inicia el tratamiento, Caine tiene visiones alucinatorias, que podrían ser tanto un signo de su recién adquirida habilidad predictiva como síntomas de episodios psicóticos, efecto secundario de la medicación. Para escapar del enloquecido científico, Caine contará con la ayuda de su hermano gemelo, Jasper, y de la arisca agente de la CIA Nava Vaner. Los tres se verán envueltos en una trama de múltiples ramificaciones, y será la capacidad de Caine para ver el futuro lo que les permitirá resolver la compleja situación. Una auténtica golosina para cualquier curioso sobre las regiones más oscuras de la ciencia moderna, donde lo racional se confunde con lo paranormal.


martes, 28 de mayo de 2013

EL HOMBRE QUE CALCULABA - Malba Tahan

CAPÍTULO 11
Beremís inicia su curso de Matemática. El número y el universo. Una frase de Platón. La unidad y Dios. Que medir. Las partes que forman la Matemática. La Aritmética y los números. El Álgebra y las relaciones. La Geometría y las formas. La Mecánica y la Astronomía. Un sueño del rey Aldebazan. La “alumna invisible” eleva a Alah una oración.

La habitación en que Beremís debía realizar su curso de Matemática era espaciosa. Estaba dividida en el centro por una gran cortina de terciopelo rojo que descendía del techo hasta el suelo. El techo era de colores y las columnas doradas. Esparcidos sobre las alfombras se encontraban grandes almohadones de seda con leyendas del Corán.

Adornaban las paredes caprichosos arabescos azules entrelazados con hermosos versos de Antar[1], el poeta del desierto. En el centro, entre dos columnas, con letras de oro sobre fondo azul, se leía este notable dístico:
“Cuando Alah quiere bien a uno de sus servidores
abre para él las puertas de la inspiración.”

La tarde declinaba; en el aire flotaba un suave perfume de incienso y rosas.

Las ventanas, de pulido mármol, estaban abiertas, dejando ver el jardín y los frondosos pomares, que se extendían hasta el parduzco y triste río.

Una esclava morena, de clásica hermosura circasiana, estaba de pié, el rostro descubierto, junto a la puerta.

- ¿Vuestra hija se halla ya presente? –preguntó Beremís al sheik.

- Seguramente -respondió Iezid-. Le ordené estar en el otro extremo de la habitación, detrás de la cortina, desde donde podrá ver y oír, permaneciendo sí invisible para los que aquí se hallen.

Realmente, las cosas fueron dispuestas de tal manera, que ni siquiera se distinguía la sombra de la joven que iba a ser discípula de Beremís. Era muy probable que ella nos estuviera observando por algún pequeño orificio hecho en el terciopelo, e imperceptible para nosotros.

- Pienso que es oportuno comenzar ya la primera lección –advirtió el sheik.

Y preguntó con cariño:

- ¿Estás atenta, Telassim, hija mía?

- Sí, padre -respondió una voz femenina de agradable timbre, desde el otro lado del aposento.

Mientras tanto Beremís se había preparado para la lección; cruzó las piernas, sentándose sobre un almohadón, en el centro de la sala. Yo procuré ser discreto, colocándome a un lado; junto a mí vino a sentarse el sheik Iezid.

Toda investigación científica, es costumbre que sea precedida por una oración. Fue, pues, así, que Beremís comenzó:

- Nosotros Te Adoramos, Señor, e imploramos Tu divina providencia. Condúcenos por el camino de la verdad; por el camino de los iluminados y bienamados por Ti.

Terminada la oración, así habló:

- Cuando miramos, señora, hacia el cielo, en las noches límpidas y calmas, sentimos que nuestra inteligencia es pequeña para concebir las obras maravillosas del Creador. Delante de nuestra mirada sorprendida, las estrellas son una caravana luminosa que desfila por el desierto insondable del infinito; las nebulosas inmensas y los planetas giran según leyes eternas por los abismos del espacio. Una noción surge, entretanto, bien nítida, en nuestro espíritu: la noción de número.

Vivió otrora, en Grecia, cuando ese país era dominado por el paganismo, un filósofo notable llamado Platón. (Alah es, sin embargo, más sabio). Consultado por un discípulo sobre las fuerzas dominantes de los destinos del hombre, el gran sabio respondió: “Los números gobiernan el mundo”.

Realmente es así. El pensamiento más simple no puede ser formulado sin que en él se involucre, bajo múltiples aspectos, el concepto fundamental de número. El beduino que en medio del desierto, en el momento de la oración, murmura el nombre de Dios, tiene su espíritu dominado por un número: ¡La Unidad! Sí; Dios, según las verdades escritas en el Libro Santo y repetidas por el Profeta, es Uno, eterno e inmutable. Luego, el número Uno aparece en el cuadro de nuestra inteligencia como el símbolo del propio Creador.

Del número, señora, que es la base de la razón y del entendimiento, surge otra noción de indiscutible importancia: la noción de medida.

Medir, señora, es comparar. Por lo tanto, solo son susceptibles de medirse las magnitudes que admiten un elemento como base de comparación. ¿Será posible medir la extensión del espacio? De ningún modo. El espacio es infinito y, siendo así, no admite término de comparación. ¿Será posible evaluar la eternidad? De ninguna manera. Dentro de las posibilidades humanas, el tiempo es siempre finito, y en el cálculo de la Eternidad no puede lo efímero servir de unidad de evaluación.

En muchos casos, sin embargo, nos es posible representar una magnitud que no se adapte a los sistemas de medida, por otra que pueda ser evaluada con exactitud. Ese cambio de magnitudes, tendiente a simplificar los procesos de medidas, constituye el objeto principal de una ciencia, que los hombres denominan Matemática. Para alcanzar su objetivo, precisa la Matemática estudiar los números, sus propiedades y transformaciones. En esa parte ella toma el nombre de Aritmética. Conocidos los números, es posible aplicarlos a la evaluación de magnitudes que varían, o que son desconocidas, pero que se presentan expresadas por medio de relaciones y fórmulas. Tenemos así el Álgebra. Los valores que medimos en el campo de la realidad son representados por cuerpos materiales o por símbolos; en cualquier caso, esos cuerpos o esos símbolos están dotados por tres atributos: forma, tamaño y posición. Es necesario, pues, estudiar estos tres atributos; ese estudio constituye el objeto de la Geometría.

Estudia, además, la Matemática, las leyes que rigen los movimientos y las fuerzas, leyes que aparecen en la admirable ciencia que se denomina Mecánica.

La Matemática pone todos sus recursos al servicio de una ciencia que eleva el alma y engrandece al hombre. Esa ciencia es la Astronomía.

Hablan algunos de las Ciencias Matemáticas, como si la Aritmética, el Álgebra y la Geometría fuesen partes enteramente distintas. No es así, sin embargo. Todas se auxilian mutuamente, apoyándose unas en las otras, y, en ciertos puntos, se confunden.

Hay una ciencia única, la Matemática, la cual nadie se puede jactar de conocer, porque sus conocimientos son, por su naturaleza, infinitos, y de la cual todos hablan, sobre todo los que más la ignoran.

Entre los hombres que la estudian y la conocen hay, sin embargo, algunos que más se fijan en minucias que en las ideas generales, siendo, por lo tanto, sus descubrimientos de escasa importancia.

Nárrase que Moisés se encontró, cierta vez, en las playas de Judea, con El-Quíder[2], el más grande entre los sabios de la Tierra. Se hallaban los dos grandes Maestros conversando sobre los más altos problemas de la Vida y del Destino, cuando se acercó a ellos un pajarito que traía en el pico una gota de agua de mar. La pequeña avecilla, sin interrumpir el vuelo, dejó caer la gota sobre el hombro de El-Quíder. Él, que era sabio entre los sabios, dijo entonces a Moisés:

“¡Profeta de Dios! Ese pájaro acaba de enseñarnos una profunda verdad, mostrándonos de una manera elocuente, que la ciencia de Moisés, que es incalculable, acrecentada con paciencia de El-Quíder, que es bien poca, y la de todos los sabios de la Tierra –delante de la ciencia de Dios- es como una gota de agua comparada con el mar.”

La Matemática, señora, enseña al hombre a ser sencillo y modesto; es la base de todas las ciencias y todas las artes. Aldebazan, rey de Irak, descansando cierta vez en la galería de su palacio, soñó que encontraba siete jóvenes que caminaban por una ruta. En cierto momento, vencidas por la fatiga y por la sed, las jóvenes se detuvieron bajo el sol calcinante del desierto. Apareció, entonces, una hermosa princesa que se aproximó a las peregrinas, trayéndoles un gran cántaro de agua pura y fresca. La bondadosa princesa sació la sed que devoraba a las jóvenes, y éstas pudieron reanudar su interrumpida jornada.

Al despertar, impresionado con ese curioso sueño, decidió Aldebazan entrevistarse con un astrólogo famoso, llamado Sanib, a cual consultó sobre el significado de aquella escena en la que él –rey poderoso y justo- asistiera en el mundo de las visiones y fantasías. Dijo Sanib, el astrólogo “¡Señor! Las siete jóvenes que caminaban por la ruta, eran las artes divinas y las ciencias humanas: la Pintura, la Música, la Escultura; la Arquitectura, la Retórica, la Dialéctica y la Filosofía. La princesa que las socorrió representa la grande y prodigiosa Matemática. Sin el auxilio de la Matemática –prosiguió el sabio- las artes no pueden progresar, y todas las otras ciencias perecen.” Impresionado el rey por lo que oía, determinó que se organizasen en todas las ciudades, oasis y aldeas de su país, centros de estudios matemáticos. Elocuentes y hábiles “ulemas”, iban por orden del soberano recorriendo los bazares y caravanas, enseñando Aritmética a los caballeros y beduinos. En las paredes de las mezquitas y en las puertas de los palacios, los versos de los poetas famosos fueron sustituidos por fórmulas algebraicas y por cálculos numéricos.

Al cabo de pocos meses aconteció que el país atravesaba por una era de prosperidad. Paralelamente al progreso de la ciencia, crecían los recursos naturales del país, las escuelas estaban repletas; el comercio se acrecentaba en forma prodigiosa; multiplicábanse las obras de arte; levantábanse monumentos, y las ciudades estaban colmadas de turistas y curiosos. El país de Irak tenía abiertas las puertas al Progreso y a la Riqueza, si no hubiese la fatalidad, (¡Mactub!) puesto el término a aquel período de trabajo y prosperidad. El rey Aldebazan, acometido por repentina enfermedad, murió, siendo llevado por el maligno Azrail[3] para el cielo de Alah. La muerte del soberano abrió dos tumbas. Una de ellas acogió el cuerpo del glorioso Monarca, y la otra la cultura científica del pueblo. Subió al trono un príncipe vanidoso, indolente y de limitadas dotes intelectuales. Le preocupaban más las diversiones que los problemas Administrativos del Estado. Pocos meses después, todos los servicios públicos estaban desorganizados; las escuelas cerradas, y los artistas y “ulemas”, forzados huir bajo la amenaza de los malvados y ladrones. El tesoro público fue dilapidado en múltiples festines y desenfrenados banquetes. El país de Irak, llevado a la ruina por el desorden, fue atacado por enemigos ambiciosos, y vencido.

La historia de Aldebazan, señora, nos demuestra que el progreso de un pueblo se halla ligado al desenvolvimiento de los estudios matemáticos[4]. En el Universo todo es número y medida. La Unidad, símbolo del Creador, es el principio de todas las cosas, las cuales no existen sino en virtud de inmutables proporciones y relaciones numéricas. Todos los grandes enigmas de la Vida pueden ser reducidos a simples combinaciones de elementos variables o constantes, conocidos o desconocidos.

Para que podamos conocer la Ciencia es necesario tomar un número por fase. Veremos cómo estudiarlo con la ayuda de Alah, Clemente y Misericordioso.

- ¡Uaasalam!

Con estas palabras concluyó el calculista, dando por terminada su primera clase de Matemática.

Con agradable sorpresa oímos, entonces a la alumna, a quien hacía invisible la cortina, pronunciar la siguiente oración:

“¡Oh Dios Omnipotente, Creador del Cielo y de la Tierra! Perdona la pobreza, pequeñez y puerilidad de nuestros corazones. No escuches nuestros pedidos, pero oye el clamor de nuestras necesidades; no atiendas nuestros pedidos, pero ten en cuenta nuestros silenciosos gemidos. ¡Cuántas veces pedimos aquello que tuvimos y que dejamos perder! ¡Cuántas veces soñamos poseer aquello que nunca será nuestro! ¡Oh Dios! Nosotros te agradecemos por este Universo, que es nuestro grande hogar, por su vastedad y riqueza, y por la vida multiforme que en él existe y de la cual formamos parte. Loámoste por el esplendor del cielo azul y por la brisa de la tarde, por las veloces nubes y por las constelaciones de las alturas. Loámoste por los océanos inmensos, por el agua que corre, por las montañas eternas, por los árboles frondosos, por el suave césped en que reposan nuestros pies. ¡Nosotros te agradecemos los múltiples encantos con que podemos experimentar en nuestras almas las bellezas de la Vida y el Amor! ¡Oh Dios, Clemente y Misericordioso! Perdona la pobreza, la pequeñez y la puerilidad de nuestros corazones.”
 
[1] Antar o Antara – poeta árabe anterior al Islamismo. Se hizo famoso por haber sido presentado como símbolo de coraje, audacia y caballerosidad en la célebre epopeya árabe “Romance de Antar”. Antar el poeta y su apasionada Abla, son los héroes legendarios de Arabia.
[2] Quíder o Quidr, genio dotado de gran sabiduría que, según la creencia de los árabes, vivía en la tierra para enseñar y orientar a los profetas (M. T.)
[3] Astrail – Angel de la muerte.
[4] Cabe recordar aquí la frase de Napoleón: “El progreso de un pueblo depende exclusivamente del desenvolvimiento de la cultura matemática”

SINOPSIS
"El hombre que calculaba" (en portugués, "O homem que calculava") es una novela escrita por el brasileño Júlio César de Mello e Souza, bajo el seudónimo Malba Tahan. Esta obra puede ser considerada al mismo tiempo como una novela y como un libro de problemas y curiosidades matemáticas. El propio autor reconoció que uno de sus objetivos al escribirlo fue el de contribuir a popularizar las matemáticas, presentándolas para ello, no ya de forma abstracta, o en contextos meramente simbólicos, sino integradas a los acontecimientos y atravesadas por muchos otros aspectos, como cuestiones morales y de historia.
Publicado por primera vez en Brasil en 1938, El hombre que calculaba une matemáticas con ficción e historia.
Otra particularidad en la composición estética de esta obra es que el narrador toma parte en la historia que el mismo narra, pero no es el personaje principal.
A lo largo de la narración se muestra con frecuencia la devoción de los personajes a la religión musulmana.

lunes, 27 de mayo de 2013

LA TABLA DE FLANDES - Arturo Pérez-Reverte

- Según están dispuestas las piezas y teniendo en cuenta que acaban de mover negras, lo primero es averiguar cuál de las piezas negras ha realizado ese último movimiento. [...] Para conseguirlo resulta más fácil descartar las piezas negras que no ha podido mover porque están bloqueadas, o por la posición que ocupan... Es evidente que ninguno de los tres peones negros A7, B7 o D7 ha movido, porque todos siguen aún en las posiciones que ocupaban al empezar el juego... El cuarto y último peón, A5, tampoco ha podido mover, bloqueado como está entre un peón blanco y su propio rey negro... También descartamos el alfil negro C8, todavía en su posición inicial de juego, porque el alfil se mueve en diagonal, y en sus dos posibles salidas diagonales hay peones de su mismo bando que aún no ha movido... en cuanto al caballo negro de B8, no movió tampoco, pues sólo habría podido llegar ahí desde A6, C6 o D7, y esas tres casillas ya están ocupadas por otras piezas... ¿Comprenden?

- Perfectamente -Julia seguía la explicación inclinada sobre el tablero-. Eso demuestra que seis de las diez piezas negras no han podido mover...

- Más de seis. La torre negra que está en C1 es evidente que tampoco, pues mueve en línea recta y sus tres casillas contiguas se encuentran ocupadas... Eso hace siete piezas negras cuyo movimiento en la última jugada hay que descartar por imposible. Pero también podemos descartar el caballo negro D1.

- ¿Por qué? -se interesó César-. Podría provenir de las casillas B2 o E3...

- No. en cualquiera de las dos, ese caballo habría estado dando jaque al rey blanco que tenemos en C4 [...] Y ningún caballo o pieza que tenga a un rey en jaque abandona el jaque voluntariamente; esa es una jugada imposible. En vez de retirarse, comería al rey enemigo, concluyendo la partida. Semejante situación no puede darse nunca, por lo que deducimos que el caballo D1 tampoco movió.

- Eso -Julia no levantaba los ojos del tablero- reduce las posibilidades a dos piezas, ¿no?

SINOPSIS

Julia, una joven y brillante restauradora de obras de arte, recibe el encargo de estudiar y restaurar un cuadro, por parte de Menchu Roch, una galerista. La obra es una tabla flamenca del siglo XV de Peter Van Huys, titulada La partida de ajedrez, propiedad de un anciano, Manuel Belmonte, que quiere venderlo en una subasta.
El cuadro posee ciertas peculiaridades que obligan a la protagonista, Julia, a investigar la historia de la tabla junto con otros personajes, como la propia Menchu, César Ortiz de Pozas, anticuario y amigo de Julia, Álvaro Ortega, catedrático especializado en Historia y arte, y Muñoz, un gran jugador de ajedrez.
A medida que se van conociendo más datos sobre la historia que narra el cuadro, la trama se va complicando y ocurren sucesos inesperados.

NUBOSIDAD VARIABLE - Carmen Martín Gaite


A ella le gustaba inventar palabras y desmontar las que oía por primera vez, hacer combinaciones con las piezas resultantes y poner juntas las que se repetían. Las palabras un poco largas eran como vestidos con corpiño, chaleco y falda, y se le podía poner el chaleco de una a la falda de otra con el mismo corpiño, o al revés, que fuera la falda la que cambiase. Alternando la "f" y la "g", por ejemplo, salían diferentes modalidades de paz, de muerte, de santidad y de testimonio: pacificar y apaciguar, mortificar y amortiguar, santificar y santiguar, testificar a atestiguar; era un juego bastante divertido para hacerlo con diccionario. Algunos corpiños como "filo", que quería decir amistad y "logos", que quería decir palabra, abrigaban mucho y permitían variaciones muy interesantes. Ella un día los puso juntos y resultó un personaje francamente seductor: el filólogo o amigo de las palabras. Lo dibujó en un cuaderno tal como se lo imaginaba, con gafas color malva, un sombrero puntiagudo y en la mano un cazamariposas grande por donde entraban frases en espiral a las que pintó alas. Luego vino a saber que "filólogo" ya existía, que no la había inventado ella.
Al profesor de Matemáticas, en cambio, no le divertían nada estos juegos de palabras, le parecían una desatención a los problemas serios, una manipulación peligrosa del dos y dos son cuatro, una pérdida de tiempo. Cuando un buen día, sin más preámbulo, empezó a hablar de logaritmos, hubo en clase una interrupción inesperada y un tanto escandalosa. La niña del cazamariposas se había puesto de pie para preguntar si aquello, que oía por primera vez, podía significar una mezcla de palabra y ritmo. Las demás alumnas se quedaron con la boca abierta y el profesor se enfadó.

- No hace al caso, señorita Montalvo. Está usted siempre en la nubes -dijo con gesto severo-. Le traería más cuenta atender.

La niña rubia que ya estaba empezando a pactar con la realidad y a enterarse de que las cosas que traen cuenta para unos no la traen para otros, se sentó sin decir nada más y apuntó en su cuaderno: "Logaritmo: palabra sin ritmo y sin alas. No trae cuenta."

SINOPSIS

La novela cuenta la historia de Sofía Montalvo y Mariana León, amigas durante la infancia y adolescencia y cuya amistad se rompe cuando ambas se enamoran del mismo joven. Años más tarde vuelven a encontrarse en una exposición de pintura y, después de eso, debido a que Mariana debe emprender un viaje, deciden ponerse al día de lo que ha sido su vida escribiéndose cartas.


ACCIDENTAL - Ali Smith

Magnus [17 años] golpea la cabeza con fuerza contra el edredón. Se vuelve a repetir esas palabras. Ella. Se. Suicidó. Nada. Las palabras son inútiles. No signfican nada. No sirven para nada. Se destapa la cabeza. Sigue en la misma habitación. Están de vacaciones en Norfolk. ¿Habrá sucedido ya? Qué más da. Catherine Masson. Repite el nombre para sí. Catherine Masson Catherine Masson Catherine Masson. No importa no importa no importa. Era feliz, generosa, muy querida. Sus amigos la querían. Vuelve a meter la cabeza debajo del edredón. Era inteligente. Era educada. Pertenecía a la Asociación de Gemología. En la Asociación de Gemología pulían piedras y hacían cosas con ellas, como joyas o gemelos. Seguro que guardaba las cosas que hacía en el tocador de su dormitorio. Se la imagina., delante del ordenador de su habitación. Es una habitación de chica, muy ordenada, limpia. Tiene pósters de cantantes, fotos de personajes de la tele, recortes de caballos y de cachorros de animales, lobeznos, ositos. Es el momento en que abre un correo cuyo remitente es Michael Jackson. Hace click y aparece. Mira la pantalla. ¡Ay! No importa. No importa. No importa. La había visto una vez en el pasillo. [...] ¿Era ella? Si esa chica era ella, se pasaron casi rozando, pero no se conocían. Ella no sabía quién era el. Ni él mismo tampoco lo sabía. Tiene suerte ella. De estar muerta. No puede sentir nada. Él tampoco siente nada. Pero no está muerto. Luego la noticia corrió por todo el instituto. Una chica de Deans se había suicidado en el cuarto baño de su casa. Su madre o su hermano la habían encontrado. Oyó el rumor en clase de matemáticas. Charlie quiere ampliar la parte de atrás de su casa y va aoncstruir una extensión de 18 metros cuadrados de suelo. Quiere utilizar el menor número de ladrillos posible, de modo que necesita saber cuál es el perímetro más pequeño que puede utilizar. Da la expresión del área en términos de x, y. El cálculo es la matemática de los límites, especialmente en lo referente a los tipos de cambio. Casi hubo una guerra por quién lo descubrió, si Leibniz o Newton. Leibniz inventó el signo =. Las matemáticas = encontrar lo simple en lo complejo, lo infinito en lo finito. Se sienta en la moqueta, se agarra los pies. [...] No habrá universidad. Ya no es probable que vaya. La universidad le da risa. El cálculo le da risa. Todo es una broma.

SINOPSIS

No dejes que nadie atraviese el umbral de tu casa hasta que no estés absolutamente seguro de quién es.
Las vacaciones de verano de una familiar de clase media de Norfolk está a punto de sufrir una violenta sacudida. El mujeriego profesor Michael, su esposa, la exitosa escritora Eve, y sus dos hijos reciben de forma inesperada la visita de una misteriosa mujer.
Nadie sabe quién es ni de dónde ha salido. Si es un ángel o un demonio. Pero todos quedan profundamente subyugados. Lo único claro es que si ciclónica y desconcertante aparición alterará sus vidas, forzándolos a un vertiginoso viaje anterior.
Accidental es una hipnótica y sorprendente novela, ganadora del Whitbread Prize, con la que Ali Smith se confirma como una de las voces más renovadoras y osadas de la narrativa anglosajona actual.
Ali Smith ahonda con esta novela en la intimidad de unos individuos que guardaron en el armario secretos inconfesables.

CHIQUITA - Antonio Orlando Rodríguez




No era fácil, a veces tardaban un año, y hasta dos, para descifrar la voluntad del Demiurgo y encontrar al nuevo elegido. Por eso a un enano llamado Jepp, quien dirigió la Orden durante un tiempo, se le ocurrió que si tuvieran una fórmula matemática que les permitiera saber con anticipación quiénes, en determinado momento de sus vidas, iban a ser convocados para sustituir a un Artífice Superior, se quitarían un peso de encima. Con esa fórmula en su poder, no tendrían que malgastar tanto tiempo y energía, podrían tener ubicados a los relevos con anticipación y ahorrarse las carreras de último momento.

Pero ¿cómo conseguir semejante fórmula? Jepp tenía la esperanza de que un matemático y astrónomo danés llamado Tycho Brahe lograra descubrirla.

—¿Ese astrónomo también era enano? —quiso saber Chiquita y recibió un rotundo no por respuesta.

—A lo largo de su historia, la Orden de los Pequeños Artífices de la Nueva Arcadia siempre ha tenido aliados y colaboradores entre las personas de estatura común —le informó Lavinia—. Como el gran duque Alejo y la reina Liliuokalani, por mencionar dos casos.

Acto seguido, Chiquita se enteró de que Tycho Brahe había sido uno de los hombres más inteligentes del siglo XVI, pero que siempre tuvo un grave problema: era muy irascible. Por ese defecto incluso perdió un pedazo de su cuerpo. Una vez, cuando tenia veinte años y estudiaba en la Universidad de Rostock, fue a una fiesta en casa de un profesor suyo y allí se encontró con otro alumno. Los dos jóvenes empezaron a discutir de matemáticas, se acaloraron y terminaron batiéndose en un duelo. Para desgracia de Tycho, su rival era tan bueno con la espada como con los números, y le arrancó la nariz de una estocada.

En un caso como ese, más de uno se hubiera hundido en la desesperación, pero Tycho Brahe se tomó el asunto con calma. Se hizo una nariz artificial con una aleación de oro y plata, a la que añadió un poco de cobre para que fuera más resistente y para darle un color parecido al de su piel. Tan bien le quedó, que había que fijarse mucho para notar que era falsa. Eso sí, a partir de entonces, adondequiera que iba llevaba una cajita con una pasta especial para pegarse la prótesis cuando se le caía.

Al notar que Chiquita daba señales de impaciencia, Lavinia interrumpió un instante su relato para hacerle una aclaración:

—¿Crees que perdí el hilo y que estoy hablando de cosas que nada tienen que ver con la Orden? Pues no es así. La nariz de Tycho Brahe es importante en esta historia y a su debido tiempo sabrás por qué.

Después de concluir sus estudios universitarios, el astrónomo viajó durante mucho tiempo por las cortes de Europa, asombrando a todo el mundo con su habilidad para predecir los eclipses y calcular las órbitas de los cometas. Hasta que un día Federico II, el rey de Dinamarca y de Noruega, le pidió que volviera a su patria. Para tentarlo, le ofreció la isla de Hven y una buena renta, y se comprometió a ayudarlo a construir el observatorio de sus sueños. A Tycho le encantó la propuesta, se fue para la isla y levantó allí un castillo al que puso por nombre La Fortaleza del Cielo, donde vivió y estudió los astros durante veinte años.

En esa época, Tycho empleó como bufón a Jepp (sin imaginar que era el Maestro Mayor de una hermandad secreta) y el enano se convirtió en su hombre de confianza. Fue entonces cuando Jepp lo convenció para que, basándose en sus observaciones de los desplazamientos de los cuerpos celestes, tratara de encontrar la fórmula que la Orden necesitaba. Tycho asumió la tarea como una cuestión de honor y durante años y años se devanó los sesos, tratando de complacer a su bufón.

Cuando Federico II murió, a Tycho Brahe no le quedó más remedio que abandonar La Fortaleza del Cielo y aceptar el puesto de Imperial Mathemalicus en la corte de Bohemia. Allí siguió haciendo cálculos y más cálculos, obsesivamente, hasta que por fin halló la fórmula (que era una cruz formada por números de tres dígitos), se la entregó a Jepp y lo enseñó a utilizarla.

Aquel descubrimiento, que el Maestro Mayor compartió enseguida con sus cuatro Artífices Superiores, les facilitó muchísimo la vida, porque a partir de ese momento pudieron localizar a los futuros miembros de la cúpula con gran antelación (en cuanto estos llegaban al mundo), interpretando más rápido la voluntad del Demiurgo.

SINOPSIS


Por detrás del afán de Chiquita en retratarse como una gran estrella siempre brillante se deslizan de a poco las sombras de la decadencia, los desengaños amorosos, la lenta relegación a las ferias de freaks, y el drama íntimo de una artista que no quiere resignarse a ser exhibida como un mero fenómeno de circo. Chiquita es la historia real de Alice Espiridiona Cenda, artista cubana que de adulta no llegó a medir más de 66cm.

jueves, 23 de mayo de 2013

EL TRUCO - Jorge Luis Borges


Cuarenta naipes quieren desplazar la vida. En las manos cruje el mazo nuevo o se traba el viejo: morondangas de cartón que se animarán, un as de espadas que será omnipotente como don Juan Manuel, caballitos panzones de donde copió los suyos Velázquez. El tallador baraja esas pinturitas. La cosa es fácil de decir y aun de hacer, pero lo mágico y desaforado del juego —del hecho de jugar— despunta en la acción. 40 es el número de los naipes y 1 por 2 por 3 por 4... por 40, el de maneras en que pueden salir. Es una cifra delicadamente puntual en su enormidad, con inmediato predecesor y único sucesor, pero no escrita nunca. Es una remota cifra de vértigo que parece disolver en su muchedumbre a los que barajan. Así, desde el principio, el central misterio del juego se ve adornado con un otro misterio, el de que haya números. Sobre la mesa, desmantelada para que resbalen las cartas, esperan los garbanzos en su montón, aritmetizados también. 
La trucada se arma; los jugadores, acriollados de golpe, se aligeran del yo habitual. Un yo distinto, un yo casi antepasado y vernáculo, enreda los proyectos del juego. El idioma es otro de golpe. Prohibiciones tiránicas, posibilidades e imposibilidades astutas, gravitan sobre todo decir. Mencionar flor sin tener tres cartas de un palo, es hecho delictuoso y punible, pero si uno ya dijo envido, no importa. Mencionar uno de los lances del truco es empeñarse en él: obligación que sigue desdoblando en eufemismos a cada término. Quiebro vale por quiero, envite por envido, una olorosa o una jardinera por flor. Muy bien suele retumbar en boca de los que pierden este sentención de caudillo de atrio: A ley de juego, todo está dicho: falta envido y truco, y si hay flor, ¡contraflor al resto! El diálogo se entusiasma hasta el verso, más de una vez. El truco sabe recetas de aguante para los perdedores; versos para la exultación. El truco es memorioso como una fecha. Milongas de fogón y de pulpería, jaranas de velorio, bravatas del roquismo y tejedorismo, zafadurías de las casas de Junín y de su madrastra del Temple, son del comercio humano por él. El truco es buen cantor, máxime cuando gana o finge ganar: canta en la punta de las calles de nochecita, desde los almacenes con luz.

La habitualidad del truco es mentir. La manera de su engaño no es la del póker: mera desanimación o desabrimiento de no fluctuar, y de poner a riesgo un alto de fichas cada tantas jugadas; es acción de voz mentirosa, de rostro que se juzga semblanteado y que se defiende, de tramposa y desatinada palabrería. Una potenciación del engaño ocurre en el truco: ese jugador rezongón que ha tirado sus cartas sobre la mesa, puede ser ocultador de un buen juego (astucia elemental) o tal vez nos está mintiendo con la verdad para que descreamos de ella (astucia al cuadrado). Cómodo en el tiempo y conversador está el juego criollo, pero su cachaza es de picardía. Es una superposición de caretas, y su espíritu es el de los baratijeros Mosche y Daniel que en mitad de la gran llanura de Rusia se saludaron.

— ¿Adonde vas, Daniel? –dijo el uno.

—A Sebastopol –dijo el otro.

Entonces, Mosche lo miró fijo y dictaminó:

—Mientes, Daniel. Me respondes que vas a Sebastopol para que yo piense que vas a Nijni-Novgórod, pero lo cierto es que vas realmente a Sebastopol. ¡Mientes, Daniel!

Considero los jugadores de truco. Están como escondidos en el ruido criollo del diálogo; quieren espantar a gritos la vida. Cuarenta naipes —amuletos de cartón pintado, mitología, barata, exorcismos— le bastan para conjurar el vivir común. Juegan de espaldas a las transitadas horas del mundo. La pública y urgente realidad en que estamos todos, linda con su reunión y no pasa; el recinto de su mesa es otro país. Lo pueblan el envido y el quiero, la olorosa cruzada y la inesperabilidad de su don, el ávido folletín de cada partida, el 7 de oros tintineando esperanza y otras apasionadas bagatelas del repertorio. Los truqueros viven ese alucinado mundito. Lo fomentan con dicharachos criollos que no se apuran, lo cuidan como a un fuego. Es un mundo angosto, lo sé: fantasma de política de parroquia y de picardías, mundo inventado al fin por hechiceros de corralón y brujos de barrio, pero no por eso menos reemplazador de este mundo real y menos inventivo y diabólico en su ambición.

Pensar un argumento local como este del truco y no salirse de él o no ahondarlo —las dos figuras pueden simbolizar aquí un acto igual, tanta es su precisión— me parece una gravísima fruslería. Yo deseo no olvidar aquí un pensamiento sobre la pobreza del truco. Las diversas estadas de su polémica, sus vuelcos, sus corazonadas, sus cabalas, no pueden no volver. Tienen con las experiencias que repetirse. ¿Qué es el truco para un ejercitado en él, sino una costumbre? Mírese también a lo rememorativo del juego, a su afición por fórmulas tradicionales. Todo jugador, en verdad, no hace ya más que reincidir en bazas remotas. Su juego es una repetición de juegos pasados, vale decir, de ratos de vivires pasados. Generaciones ya invisibles de criollos están como enterradas vivas en él: son él, podemos afirmar sin metáfora. Se trasluce que el tiempo es una ficción, por ese pensar. Así, de los laberintos de cartón pintado del truco, nos hemos acercado a la metafísica: única justificación y finalidad de todos los temas.

martes, 21 de mayo de 2013

LA LIBRETA AMARILLA - Robert Saladrigas


Pocas semanas antes, Alexis [un piloto de cincuenta y dos años] había coincidido en el aeropuerto de Barcelona con un viejo compañero de juventud, Joaquín Subirós, jefe de markerting de un grupo editorial. Subirós recordaba que en un tiempo Alexis se había sentido seriamente atraído por las matemáticas. Así que aprovechando el encuentro casual, le recomendó con vehemencia un libro singular que su empresa tenía en fase de producción. Subirós insistió en que de ninguna de las maneras debía perdérselo y se ofreció, tan pronto como saliera, a enviarle un ejemplar.

El título original de la obra era "Fermat's Last Theorem", de un tal Simon Singh, británico de origen punjabi, doctorado en Física por la Universidad de Cambridge. [...]

Quince días más tarde adquiría la edición inglesa en la Gotham Book Mark de la calle 47 Oeste, el santuario librero que solía visitar cuando paraba en Nueva York. Después pidió que le subieran una cena fría a la habitación. Sabía perfectamente qué le aguardaba. No pudo interrumpir ni un solo momento la lectura compulsiva. Hasta que sobre las once, con un intenso escozor en los ojos, cerró lentamente el libro.

Estaba trastornado.

Lo poseía una antigua y oxidada emoción por haber leído que un matemático de nombre Wiles, después de siete años de intenso trabajo, había conseguido demostrar por fin el último teorema de Fermat, algo que desde el siglo XVII nadie había logrado. También  él, siendo adolescente, cuando conoció este misterioso teorema a través de un tío suyo y de un profesor de matemáticas se convención de que estaba predestinado a triunfar donde las más grandes inteligencias del planeta habían fracasado. [...] Pero es sabido que en el segundo segmento de la adolescencia las prioridades mudan con los climas de las estaciones. De manera que sin ninguna aspereza ni violencia, entre la candidez de Alexis y la vieja astucia de Fermat se interpuso la pasión de volar. Alexis sustituyó gradualmente la voluntad de indagación por el afán de experimentación. [...]

El conocimiento de la proeza de Wiles no lo llevaba a dolerse por una hipotética pérdida, sino a verse reflejado en su ejemplaridad con una determinación que de inmediato caló en las honduras de su conciencia: no cometería nuevamente el error o la cobardía de renunciar por nada del mundo a la consecución de un ideal (por llamarlo de alguna manera) que, cosa más que probable, sería el último sueño turbador de su vida.

SINOPSIS

Alexis Casas ya no está por seguir con la rutina en que se ha convertido su vida. Tras más de dos décadas como piloto comercial, cada vuelo transoceánico se repite. El trato cordial pero distanciado con la tripulación, el paisaje impersonal de los hoteles, los continuos y fugaces encuentros con mujeres... Mientras pasa diez meses al año fuera de casa, sus dos hijas se han hecho mayores y se han emancipado, sin apenas conocerlas como adultas. Hasta que en unos grandes almacenes de Toronto llama su atención una libreta con tapas amarillas. Tras adquirirla, escribe sus impresiones en sus hojas y empieza a mitigar su profundo vacío. Entonces toma una decisión drástica, pide una excedencia profesional para escribir una historia única. Esta determinación provoca una sacudida en las diversas relaciones que han conformado hasta el momento su desdibujada existencia.

 

LA MUERTE Y LA BRÚJULA - Jorge luis Borges


[Un detective descubre la pauta que siguen tres asesinatos y acude al lugar donde cree que va a cometerse el cuarto. Pero, al llegar, solo encuentra al asesino esperándole para matarlo. Antes de hacerlo, le explica por qué le ha tendido esa trampa.]

- Hace tres años, en un garito de la Rue Toulon, usted mismo arrestó, e hizo encarcelar a mi hermano. En un cupé, mis hombres me sacaron del tiroteo con una bala policial en el vientre. Nueve días y nueve noches agonicé en esta desolada quinta simétrica: me arrasaba la fiebre, el odioso Jano bifronte que mira los ocasos y las auroras daba horror a mi ensueño y a mi vigilia. Llegué a abominar de mi cuerpo, llegué a sentir que dos ojos, dos manos, dos pulmones, son tan monstruosos como dos caras. Un irlandés trató de convertirme a la fe de Jesús, me repetía la sentencia de los "goyim": Todos lo caminos llevan a Roma. De noche, mi delirio se alimentaba de esa metáfora: yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual era imposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran ir al norte o al sur, iban realmente a Roma, que era también la cárcel cuadrangular donde agonizaba mi hermano y la quinta de Triste-le-Roy. En esas noches yo juré por el dios que ve con dos caras y por todos los dioses de la fiebre y de los espejos tejer un laberinto en torno del hombre que había encarcelado a mi hermano. Lo he tejido y es firme. [...]


El detective sintió un poco de frío y una tristeza impersonal, casi anónima. Ya era de noche; desde el polvoriento jardín subió el grito inútil de un pájaro. Consideró por última vez el problema de las muertes simétricas y periódicas.

- En su laberinto sobran tres líneas -dijo por fin-. Yo sé de un laberinto griego que es una línea única, recta. En esa línea se han perdido tantos filósofos que bien puede perderse un mero detective. Cuando en otro avatar usted me dé caza, finja (o cometa) un crimen en A, luego un segundo crimen en B, a 8 kilómetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilómetros de A y de B, a mitad de camino entre los dos. Aguárdeme después en D, a 2 kilómetros de A y de C, de nuevo a mitad de camino. Máteme en D, como ahora va a matarme aquí.

- Para la otra vez que lo mate le prometo ese laberinto, que consta de una sola línea recta y que es invisible e incesante.

Retrocedió unos pasos. Después, muy cuidadosamente, hizo fuego.


SINOPSIS

La historia gira en torno a un grupo de asesinatos que tratan de ser resueltos por el detective Erik Lönnrot. Estos asesinatos están ocurriendo el tres de cada mes en un punto cardinal distinto. El asesino ha estado dejando inscripciones que relacionan cada asesinato con cada una de las letras de un nombre. Después del tercer asesinato, que en realidad fue un simulacro, un sobre anónimo llegó a la policía sosteniendo la hipótesis de que no habría cuarto asesinato, pues los tres anteriores formaban un triángulo equilátero perfecto. Lönnrot, suponiendo que las letras de las inscripciones se referían al tetragrámaton sospecha que habrá un cuarto asesinato y que con este, en lugar de un triángulo, se formará un rombo. De este modo, se presenta el día indicado en el lugar donde debía ocurrir el último crimen. Ahí, descubre que todo ha sido una trampa que le ha tendido Red Scharlach, su mayor enemigo, para asesinarlo.

LAS CENIZAS DE ÁNGELA - Frank McCourt

El señor O'Neill es el maestro de cuarto curso de la escuela. Lo llamamos "Puntito" porque es muy pequeño. Nos da clase en la única aula donde hay tarima, porque así puede estar más alto que nosotros, amenazarnos con su palmeta de fresno y pelar su manzana a la vista de todos. El primer día del curso, en septiembre, escribe en la pizarra tres palabras que habrán de seguir allí el resto del curso: Euclides, geometría, idiota. Dice que si pilla a algún niño tocando esas palabras, ese niño pasará el resto de su vida con una mano sola. Dice que cualquiera que no entienda los teoremas de Euclides es idiota. "Bien, repetid: Cualquiera que no entienda los teoremas de Euclides es idiota". Naturalmente, todos sabemos lo que es idiota, pues los maestros nos dicen constantemente que los somos.
Brendan Quigley levanta la mano.

- Señor, ¿qué es un teorema y qué es un Euclides?

Esperamos que "Puntito" fustigue a Brendan como hacen todos los maestros cuando se les hace una pregunta, pero él mira a Brendan con una sonrisa.

- Y bien, he aquí un niño que no tiene una sola pregunta, sino dos. ¿Cómo te llamas, niño?

- Brendan Quigley, señor.

- Éste es un niño que llegará lejos. ¿Dónde llegará, niños?

- Lejos, señor.

- Desde luego que sí. El niño que quiere saber algo de la gracia, de la elegancia y de la belleza de Euclides no puede menos que subir en la vida. ¿Qué hará en la vida ese niño sin falta, niños?

- Subir, señor.

- Sin Euclides, niños, las matemáticas serían una cosa mezquina e insegura. Sin Euclides no seríamos capaces de ir de aquí a allí. Sin Euclides, la bicicleta no tendría ruedas. Sin Euclides, San José no podría haber sido carpintero, pues la carpintería es geometría y la geometría es carpintería. Sin Euclides, esta escuela misma no podría haber sido construida

SINOPSIS

Dolorosa y a la vez esplendorosa biografía, en donde su autor -ganador del Pulitzer por este impactante libro- se remonta a Limerick, un pueblo de Irlanda sumido en la pobreza. De allí, a la América durante la Gran Depresión, y el choque entre las realidades y sus fallidas promesas. La única esperanza de Ángela está en la educación de sus cinco hijos, Frank McCourt entre ellos.


viernes, 17 de mayo de 2013

LA COMETA DORADA - Dezsö Kosztolányi




[En la última clases de matemáticas, antes del examen final, el profesor Novák intenta ayudar a su alumno Vili y le pide que hable de cualquier tema. Vili, siguiendo la explicación que inicia Novák, elige las variaciones.]

- Tracemos una recta -dijo Vili señalando la pizarra con la idea de aprovechar el paseo hasta la pizarra para mover los músculos.

- Como quiera -repuso Novák, sorprendido-. Trace esa recta. Pero no aquí, sino mentalmente.

- Que sea AB.


- O CD -propuso contrariado Novák; ya veía que el muchacho no tenía la menor idea de lo que estaba hablando.

Vill le seguía la corriente aferrándose a sus palabras como a un salvavidas.

- Pues que sea CD -repitió.

- O XY -cedió Vili.

- Pero ¿qué es lo que pretende con esa recta? -exclamó por fin Novák- ¿Para qué va a utilizar una recta en las variaciones? Definitivamente, no lo entiendo. [...]

- Me he hecho un lío -balbuceó Vili.

- ¿Con qué, hijo? ¡Si has ahora ni he abierto la boca!

El profesor propuso otro ejercicio: trazar una perpendicular a un plano oblicuo. Vili repetía como un loro, pero cuando Novák lo interrogaba, se quedaba mudo, desamparado, sin saber qué decir.

Afligido por tanta incomprensión, Novák se prometió a sí mismo que, por mucho que le costara, conseguiría que aquel chico entendiese. [...] Vili miraba al profesor y pensaba: "Para éste es tan fácil". Pero en vez de visualizar la imagen del plano inclinado y a línea perpendicular, conceptos totalmente ajenos a él, sólo veía los ademanes bruscos del profesor, que gesticulaba como un saltimbanqui: sus dedos, sus anillos incluido el de cornalina, revoloteaban en el aire. Las abstracciones no eran el fuerte de Vili. Sólo le resultaba ineligible la realidad más inmediata, lo visible, lo palpable.

SINOPSIS

Antal Novák no es un simple profesor de Matemáticas y Física en un instituto de provincias: su vocación de pedagogo le empuja a dedicarse con eNtusiasmo a la tarea humanista de ampliar los horizontes de sus alumnos y despertar su curiosidad por el aprendizaje. La existencia de este hombre modesto y su razón de vivir se ven perturbadas cuando su hija Hilda y sus alumnos se levantan contra él. ¿Se trata de un conflicto generacional?, ¿ de un acto de rebeldía de los jóvenes contra el viejo profesor?, ¿o es un asalto al territorio de la razón, la tolerancia, la belleza y el saber?.