jueves, 16 de julio de 2015

EL ARQUITECTO - Antonio Cavanillas de Blas

Tras cumplir once años, Dinócrates parlamentó con su hijo y lo encaminó a Agatárcidas, escritor y matemático famoso en la ciudad. Discípulo de Eudoxo, el matemático y astrónomo que fuera profesor en la Academia que fundara en Atenas Platón, Agatárcidas era cronista de la villa y su principal valedor en las ciencias exactas. Su vida era un anecdotario. Había pasado algunos años en Alejandría, al lado de Euclides, el gran sabio alejandrino seguidor de Pitágoras. Compartía con el autor de los Elementos sus teorías y teoremas. A su lado, Sóstratos supo de líneas y planos, círculos y esferas, triángulos y conos, es decir, de formas regulares. Le explicó el célebre teorema de aquel sabio según el cual la suma de los ángulos interiores de cualquier triángulo da ciento ochenta grados. Conoció el compás, la regla, la escuadra y el cartabón. Entendió sobre geometría y axiomas euclidianos: sus teorías sobre el punto, la línea, la superficie, las paralelas, la palanca y las dimensiones. Agatárcidas simultaneaba la ciencia y el placer, pura matemática para él, pues presumía de haber yacido con mujeres de todas las razas y colores. Conocía la India y Samarcanda. Había recorrido el curso del Nilo desde el Delta a la primera catarata y visto los famosos monumentos funerarios que se extendían a su largo. Los ojos del mozo se dilataban de excitación al escuchar la descripción de tanta maravilla. El cronista era un hombre mayor, casado con Helena, una mujer encantadora y tan vieja como él. Le servía una esclava egipcia que había comprado en Alejandría, una silente muchacha con ojos de pantera y movimientos también felinos que ejercía como amante del otrora fogoso matemático en sus últimos estertores sensuales. Todo ello lo dedujo nuestro héroe al contemplar sus miradas ardientes a la bella, que lo era la egipciaca, y un cierto deje de impotencia en sus pupilas grises. Las matemáticas complacieron a Sóstratos, pero se trataba de una ciencia fría y sin afectos, no reflejada en hechos tangibles o palpables. ¿Qué se le daba a él que la tierra fuese o no centro del universo y los planetas diesen vueltas en su torno en líneas perfectas, círculos o combinaciones de ellos? Decidió reservar sus conocimientos matemáticos a la espera de poder aplicarlos en algo constructivo.

SINOPSIS

Knidos, 287 antes de Cristo.
Sóstratos de Knidos es un joven que vive en el seno de una familia normal y corriente y que lleva una vida como la de cualquier otro chico de su edad y de su tiempo: va a la escuela, ayuda a sus padres y a sus hermanos, tiene inquietudes filosóficas… Sin embargo, nuestro joven protagonista no imagina que su afición y su pasión por las matemáticas iban a acabar haciendo de él todo un arquitecto, y no un arquitecto cualquiera, sino uno de los más célebres de la época. Sóstratos trabajará bajo las órdenes del rey Ptolomeo y, entre otras construcciones célebres, será el arquitecto que diseñe el faro de Alejandría.
Antonio Cavanillas mezcla la ficción propia del relato y los hechos históricos, para crear una novela histórica absolutamente original y de gran ritmo narrativo.
En El arquitecto conoceremos la historia de Sóstratos de Knidos, un arquitecto de gran legado, pero muy desconocido. Creceremos con él y veremos cómo va descubriendo el amor, el sexo, la pasión… A su vez, conoceremos a la que será su futura esposa y la madre de sus hijos, Pitia, muy hermosa entre las mujeres y quien, pese a amarle, acabará sus días con Apolonio, el poeta amigo de Sóstratos de quien Pitia se enamorará fervientemente.

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