viernes, 12 de abril de 2013

EL TEOREMA - Adam Fawer

A diferencia de la mayoría de los profesores en el departamento de Estadística, a Caine le encantaba enseñar. Después de dar su primera clase, descubrió que tenía un don especial para transmitir su pasión por la estadística de una manera que intrigaba y entusiasmaba a los estudiantes.

Si bien no sentía la misma emoción que cuando ganaba un bote de los grandes, había algo en abrir a sus estudiantes las puertas del mundo de las probabilidades que le apasionaba. Por una de esas ironías del destino, el hecho de perder todo su dinero en partidas de póquer clandestinas por toda la ciudad había hecho que acabara en una aula. No tenía otra alternativa; necesitaba el dinero y como estudiante de cuarto de estadística en la universidad de Columbia, dar clases de una parte de la «Introducción a la teoría de las probabilidades» era el único trabajo a su alcance.

Como se había quedado sin dinero ni crédito, no podía jugar al póquer hasta recibir el primer sueldo. Pero cuando se lo pagaron, Caine se dio cuenta de que ya no le apetecía jugar. Aquella noche, no soñó con cartas sino con la clase del día siguiente.

Aquél fue el momento en que comenzó a cambiar todo. Por supuesto que a la mañana siguiente se despertó con el ansia y el deseo que sólo puede comprender el verdadero jugador, pero se obligó a tragarse aquellos sentimientos y a canalizarlos hacia el mundo académico. La enseñanza le había dado finalmente aquello que decenas de reuniones en Jugadores Anónimos no le habían dado: control.

Los dos meses siguientes habían sido casi tranquilos, e iba tomando conciencia de que podía dominar su adicción. Durante un tiempo, Caine llegó a creer que las cosas iban finalmente de la manera que quería, hasta el momento en que todo se vino abajo.

Aún podía recordar el instante preciso en que su vida comenzó a derrumbarse. Había sido en el mismo lugar donde las cosas habían comenzado a enderezarse: el aula. Había estado apoyado contra la pizarra, con un trozo de tiza en una mano y un vaso de café en la otra. Entonces comenzó con una improvisada lección de historia.

- Veamos, ¿alguien conoce de dónde viene la teoría de las probabilidades?

Silencio.

- Muy bien, os ofreceré vanas respuestas. La teoría de las probabilidades surgió de una serie de cartas entre dos matemáticos franceses que discutían de... (a) física, (b) filosofía o (c) dados.

Ninguna respuesta.

- Si alguien no levanta la mano en los próximos cinco segundos, esto entrará en el examen. -Veinte manos se levantaron en el acto-. Eso está mejor. Jerry, ¿tú qué dices?

- ¿Física?

- No. La respuesta correcta es (c), dados.

»El hombre al que debemos el cálculo de las probabilidades nació en 1623 y se llamaba Blaise Pascal. Como muchos niños privilegiados de la época, Pascal fue educado en su casa por su padre y varios tutores. Sin embargo, el padre de Pascal no quería que su hijo se esforzara en exceso y por lo tanto decidió que Blaise debía concentrarse en los idiomas y dejar a un lado las matemáticas.

»Como era un chico normal, el hecho de que no pudiera estudiar matemáticas sólo sirvió para incentivar su curiosidad, así que decidió estudiar geometría en su tiempo libre. -Alguno de los estudiantes habían puesto los ojos en blanco, y Caine añadió-: Escuchad, esto fue antes de los videojuegos; no había muchas cosas que un chico pudiera hacer para divertirse.

Risas.

- En cuanto el padre se enteró del don natural de Blaise para los números, le regaló Los Elementos de Euclides; recordad que tampoco había televisión, así que la gente leía esas cosas llamadas «libros». -Esto cosechó un par de carcajadas-. Después de ver cómo Blaise se tragaba Euclides, el padre contrató a los mejores maestros de matemáticas, algo que resultó ser una muy sabia decisión porque Blaise Pascal se convirtió en uno de los matemáticos más importantes del siglo XVII. Entre otras muchas cosas, una de sus invenciones ha tenido una gran repercusión en las vidas de todos los que están presentes en esta sala. ¿Alguien sabe qué era?

- ¿El ábaco? -Arriesgó una de las alumnas.

- creo que confundes a los franceses con los antiguos chinos —le dijo Caine—. Aunque vas por el camino correcto. Inventó la primera máquina de calcular, que más tarde evolucionó hasta ser la calculadora actual. Durante el resto de su vida, estudió matemáticas y física, aunque unos pocos años antes de su muerte renunció a su obsesión por los números y, aunque resulte una ironía, lo hizo porque se demostró matemáticamente que aprovecharía mejor su tiempo si lo dedicaba a la religión y la filosofía.

- ¿Cómo lo hizo? -preguntó un estudiante barbudo sentado en la última fila.

—Buena pregunta y la responderé en un instante. Bien, ¿por dónde iba? Ah, sí... -Caine bebió un sorbo de café y continuó-: Antes de que Pascal abandonara las matemáticas, un noble francés llamado Chevalier de Méré, en 1654, le planteó varias preguntas. Intrigado por esas preguntas, Pascal comenzó a cartearse con un viejo amigo de su padre, un antiguo consejero del reino llamado Pierre de Fermat. Resultó ser que De Méré era un jugador compulsivo y sus preguntas se referían a un juego de dados muy popular donde el jugador tira cuatro dados. Si lo hacía sin sacar un seis, cobraba la apuesta, pero si sacaba un seis, entonces ganaba la casa. De Méré quería saber si las probabilidades estaban a favor de la casa. Escuchad bien, si sólo tenéis que aprender una cosa de esta clase, espero que sea esto.

Caine se volvió hacia la pizarra y escribió con grandes letras mayúsculas: «LAS PROBABILIDADES SIEMPRE ESTÁN A FAVOR DE LA CASA. »

Se oyeron unas cuantas risas.

- Bien, ¿alguien puede decirme por qué es así? Jim.

El estudiante favorito de Caine se animó.

- Porque si las probabilidades no estuviesen a favor de la casa, entonces la casa perdería más dinero del que gana, así que al final no habría casa.

- Exactamente -asintió Caine-. En mi opinión, incluso antes de la creación de la teoría de las probabilidades, el señor De Méré tendría que haberlo sabido. Pero, por supuesto, si los nobles franceses hubiesen sido listos probablemente no les habrían cortado la cabeza.

»La cuestión es que Pascal y Fermat demostraron matemáticamente, sorpresa, sorpresa, que las probabilidades estaban efectivamente a favor de la casa. Demostraron que si un jugador hacía 100 tiradas, probablemente no sacaría un seis y ganaría 48 veces, pero sacaría un seis y perdería 52 veces. Por lo tanto, las probabilidades del juego estaban a favor de la casa, 52 a 48. Así nació la teoría de las probabilidades, porque un noble francés quería saber si apostar a que no sacaría un seis con cuatro dados era una apuesta inteligente.

Unas cuantas cabezas asintieron, cosa que Caine había aprendido que era el código para «vaya, interesante». Un estudiante afroamericano sentado entre los últimos, levantó la mano.

- Sí, Michael? -preguntó Caine.

- ¿Cómo demostró Pascal que debía dedicar su vida a la religión?


SINOPSIS

David Caine es epiléptico, posee una espectacular capacidad para las matemáticas y el cálculo mental y pasa todas las noches jugando al póquer. A causa de sus frecuentes y terribles ataques de epilepsia ha perdido su trabajo de profesor de estadística en la universidad, ha recaído en su adicción al juego y su vida se ha convertido en un infierno. Confía en su don para calcular probabilidades y así ganar mucho dinero lo que le permitiría empezar de nuevo, pero lo improbable no es imposible y acaba debiéndole una fortuna a un peligroso capo de la mafia rusa. A fin de librarse de su enfermedad y recuperar el control de su vida, Caine decide arriesgarse con un medicamento en pruebas, administrada por un misterioso doctor de oscuras intenciones que le utiliza para un experimento sobre la predicción del futuro, basado en la teoría matemática conocida como el demonio de Laplace.
Una auténtica golosina para cualquier curioso sobre las regiones más oscuras de la ciencia moderna, donde lo racional se confunde con lo paranormal.
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